martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis con el Espíritu Santo.


 

Primera estación: Jesús condenado a muerte

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
El poder de Dios lo ha exaltado y, él habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha derramado, como estáis viendo y oyendo. (Hch 2, 33).
El Espíritu es quien condujo la vida del Hijo, guiado por Él emprendió el camino del calvario, con la confianza a ser exaltado por su poder.
Espíritu Santo, ven. Ayúdame a confiar en la promesa del Padre, siguiendo con el Hijo el camino de la cruz.

Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas

 Todos ellos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. (Hch 2, 32).
Es el Espíritu quien construye la Iglesia en su peregrinar por la historia del mundo, fortaleciéndola frente a las persecuciones y divisiones internas, mediante la Palabra, los sacramentos y la oración.
Espíritu Santo, confieso anidar en lo más profundo de mí el deseo de rechazar la cruz. Sin embargo en la oración y en la eucaristía y sacramento del perdón, Tú fortaleces mi alma para cargar con la cruz del seguimiento.

Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la cruz

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Él los miró esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; pero te doy lo que tengo, en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar. (Hch 3,5)
Los Apóstoles, merced al envío del Espíritu, carecen del poder humano, solo tienen la fuerza de quien ha invadido su persona. Ellos son continuadores de la obra de salvación del Hijo.
Espíritu Santo, también yo no tengo nada para levantar a los caídos, pero te tengo a ti. Aquí me tienes para que seas Tú quien fortalezca las rodillas quebradas de mis hermanos.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su santísima Madre

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de éste. (Hch 1, 14)
Quien despertó la vida en el seno de María, ahora, con ella, hace nacer a la Iglesia.
Espíritu Santo, al fijar la mirada en la Iglesia de Jerusalén y descubrir a María, te pido me ayudes a confiar a ella las actividades pastorales de la parroquia, la vida como sacerdote, como cristiano.

Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

Por tanto, elegid de entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encomendaremos este servicio.  (Hch 6,3)
El Espíritu es quien hace posible el servicio. En la Iglesia la atención a los pobres fue esencial desde los primeros días, cireneos que salen al encuentro de quienes caminan por el mundo cargando con la cruz.
Espíritu Santo, que yo entienda mi vida cristiana como una diaconía, un servicio a la Iglesia y a los demás, particularmente a los últimos.
 

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús

Del libro de los Hechos:
Todos los que estaban en el sanedrín fijaron sus ojos en él, y les pareció que su rostro era como el de un ángel. (Hch 6,15)
Es lo que vio Verónica en Jesús. Esteban, quien revive la pasión de Cristo, iluminado por el Espíritu, se muestra como un ser sobrenatural. Es el Espíritu quien ha enjugado mirada y en el paño de su vida ha impreso el rostro de Cristo.
Espíritu Santo, ilumíname con tu luz, para que descubra y valore aquellos que sirven a los demás. 

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez

Luego cayó de rodillas y gritó con voz fuerte: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y dicho esto, expiró. (Hch 7,60)
Esteban es un hombre del Espíritu. Es quien en las caídas lejos de suscitar en él odio y venganza, como Cristo, enardecido por el Amor, ora por quienes le martirizan.
Espíritu Santo en mi vida hay caídas que son provocadas por las palabras, los gestos y los silencios de los demás. Ven y llena mi corazón de amor y compasión hacia quienes zarandean mi persona hasta derribarla.

Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Saulo, por su parte, se ensañaba contra la Iglesia, entraba en las casas, apresaba a hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. (Hch 8, 3).
Se cumple la profecía de Jesús. Los discípulos como el leño verde son perseguidos ante la pasividad de la ciudad de Jerusalén.
Espíritu Santo, concédeme el don de la fortaleza, para que no permanezca indiferente ante el sufrimiento de los demás. No me quede en palabras vacías de contenido, más preocupadas por cumplir el deber que por comprometerme por quienes sufren la injusticia.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez bajo la cruz

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Saulo se levantó del suelo, pero, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; así que lo llevaron de la mano y lo introdujeron en Damasco. (Hch 9, 8).
El Espíritu escogió a Saulo para ser su apóstol, pero aquel resplandor  provocó en él la ceguera, necesitó de la Iglesia a fin de sanar y ver la Verdad.
Espíritu Santo, en esta estación te doy gracias por las personas que en mi vida me han curado de mis cegueras, orientándome hacia ti.

Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Pedro tomó entonces la palabra y dijo: verdaderamente ahora comprendo que Dios no hace distinción de personas, sino que, en cualquier nación, el que respeta a Dios y obra rectamente le es grato. (Hch 10, 34).
Así el Espíritu despojó a Pedro de sus prejuicios, la Iglesia comenzó a abrirse al mundo.
Espíritu Santo también yo tengo mis prejuicios hacia determinados grupos sociales o religiosos, construyo barreras, me sitúo por encima de ellos. Despójame de ellos para que mire con la mirada de Dios, libre de todo sectarismo.

Undécima estación: Jesús clavado en la cruz

Del libro de los Hechos:
Después fue a Tarso a buscar a Saulo. Cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía, y estuvieron juntos un año entero en aquella iglesia. (Hch 11,26)
Bernabé fue quien introdujo a Pablo en la Iglesia. Desde entonces impulsado por el Espíritu vivió encadenado al Evangelio, crucificado con Cristo.
Espíritu Santo toma mis manos, toma mis pies, mi voluntad es débil, se Tú quien la crucifique con Cristo.

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz

 Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Por entonces, el rey Herodes inició una persecución contra  algunos miembros de la Iglesia. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan. (Hch 12, 2).
Santiago el Mayor sigue el destino de Cristo y es martirizado. Esta es nuestra meta, ofrecer nuestra vida a los demás. No tener miedo a ser testigos del Evangelio en un mundo donde las palabras Dios, amor, misericordia, compasión, últimos lugares, son excluidas.
Espíritu Santo ayúdame a no tener miedo a ocupar los últimos lugares por ser fiel a ti, a vivir con el corazón centrado en Cristo, a construir mi vida desde Él, relativizando todo lo que pueda turbarla.

Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Santísima Madre

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Cuando cayó en la cuenta de lo sucedido, fue a casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, donde había bastante gente reunida en oración. (Hch 12,12).
Pedro tras ser liberado de la cárcel por el ángel del Señor regresa a la Iglesia. Es ella, en oración, como María, la Madre que acoge.
Espíritu Santo te pido sea capaz de encontrar siempre en mi madre, la Iglesia, el lugar donde descansar de mis cruces, mis sufrimientos.

Decimocuarta estación: Jesús es puesto en el sepulcro

Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Un día, mientras celebraban la liturgia del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: separadme a Bernabé y Saulo para la misión que les he encomendado. (Hch 13, 2).
La evangelización forma parte esencial de la vida del Cristiano. Quien reconoce a Dios como Padre, sigue a Cristo y se deja guiar por  el Espíritu no puede más que, sepultado a sí mismo, recorrer los caminos del hombre y la mujer del siglo XXI, anunciando el Evangelio.
Al concluir el via crucis contigo y con la Iglesia te pido hagas de mí un Apóstol de Cristo.

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