Primera estación: Jesús condenado a muerte
Del libro de
los Hechos de los Apóstoles:
El poder de
Dios lo ha exaltado y, él habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo
prometido, lo ha derramado, como estáis viendo y oyendo. (Hch 2, 33).
El Espíritu es
quien condujo la vida del Hijo, guiado por Él emprendió el camino del calvario,
con la confianza a ser exaltado por su poder.
Espíritu Santo,
ven. Ayúdame a confiar en la promesa del Padre, siguiendo con el Hijo el camino
de la cruz.
Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas
Todos ellos perseveraban en la enseñanza de
los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las
oraciones. (Hch 2, 32).
Es
el Espíritu quien construye la Iglesia en su peregrinar por la historia del
mundo, fortaleciéndola frente a las persecuciones y divisiones internas,
mediante la Palabra, los sacramentos y la oración.
Espíritu
Santo, confieso anidar en lo más profundo de mí el deseo de rechazar la cruz.
Sin embargo en la oración y en la eucaristía y sacramento del perdón, Tú
fortaleces mi alma para cargar con la cruz del seguimiento.
Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la cruz
Del
libro de los Hechos de los Apóstoles:
Él
los miró esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: No tengo plata ni oro;
pero te doy lo que tengo, en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar. (Hch
3,5)
Los
Apóstoles, merced al envío del Espíritu, carecen del poder humano, solo tienen
la fuerza de quien ha invadido su persona. Ellos son continuadores de la obra
de salvación del Hijo.
Espíritu
Santo, también yo no tengo nada para levantar a los caídos, pero te tengo a ti.
Aquí me tienes para que seas Tú quien fortalezca las rodillas quebradas de mis
hermanos.
Cuarta estación: Jesús encuentra a su santísima Madre
Del
libro de los Hechos de los Apóstoles:
Todos
perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de
Jesús y con los hermanos de éste. (Hch 1, 14)
Quien
despertó la vida en el seno de María, ahora, con ella, hace nacer a la Iglesia.
Espíritu
Santo, al fijar la mirada en la Iglesia de Jerusalén y descubrir a María, te
pido me ayudes a confiar a ella las actividades pastorales de la parroquia, la
vida como sacerdote, como cristiano.
Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz
Por
tanto, elegid de entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación,
llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encomendaremos este
servicio. (Hch 6,3)
El
Espíritu es quien hace posible el servicio. En la Iglesia la atención a los
pobres fue esencial desde los primeros días, cireneos que salen al encuentro de
quienes caminan por el mundo cargando con la cruz.
Espíritu
Santo, que yo entienda mi vida cristiana como una diaconía, un servicio a la
Iglesia y a los demás, particularmente a los últimos.
Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús
Del
libro de los Hechos:
Todos
los que estaban en el sanedrín fijaron sus ojos en él, y les pareció que su
rostro era como el de un ángel. (Hch 6,15)
Es
lo que vio Verónica en Jesús. Esteban, quien revive la pasión de Cristo,
iluminado por el Espíritu, se muestra como un ser sobrenatural. Es el Espíritu
quien ha enjugado mirada y en el paño de su vida ha impreso el rostro de
Cristo.
Espíritu
Santo, ilumíname con tu luz, para que descubra y valore aquellos que sirven a
los demás.
Séptima estación: Jesús cae por segunda vez
Luego
cayó de rodillas y gritó con voz fuerte: Señor, no les tomes en cuenta este
pecado. Y dicho esto, expiró. (Hch 7,60)
Esteban
es un hombre del Espíritu. Es quien en las caídas lejos de suscitar en él odio
y venganza, como Cristo, enardecido por el Amor, ora por quienes le martirizan.
Espíritu
Santo en mi vida hay caídas que son provocadas por las palabras, los gestos y
los silencios de los demás. Ven y llena mi corazón de amor y compasión hacia
quienes zarandean mi persona hasta derribarla.
Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
Del
libro de los Hechos de los Apóstoles:
Saulo,
por su parte, se ensañaba contra la Iglesia, entraba en las casas, apresaba a
hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. (Hch 8, 3).
Se
cumple la profecía de Jesús. Los discípulos como el leño verde son perseguidos
ante la pasividad de la ciudad de Jerusalén.
Espíritu
Santo, concédeme el don de la fortaleza, para que no permanezca indiferente
ante el sufrimiento de los demás. No me quede en palabras vacías de contenido,
más preocupadas por cumplir el deber que por comprometerme por quienes sufren
la injusticia.
Novena estación: Jesús cae por tercera vez bajo la cruz
Del
libro de los Hechos de los Apóstoles:
Saulo
se levantó del suelo, pero, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; así
que lo llevaron de la mano y lo introdujeron en Damasco. (Hch 9, 8).
El
Espíritu escogió a Saulo para ser su apóstol, pero aquel resplandor provocó en él la ceguera, necesitó de la
Iglesia a fin de sanar y ver la Verdad.
Espíritu
Santo, en esta estación te doy gracias por las personas que en mi vida me han
curado de mis cegueras, orientándome hacia ti.
Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Pedro tomó entonces la palabra y dijo:
verdaderamente ahora comprendo que Dios no hace distinción de personas, sino
que, en cualquier nación, el que respeta a Dios y obra rectamente le es grato.
(Hch 10, 34).
Así el Espíritu despojó a Pedro de sus
prejuicios, la Iglesia comenzó a abrirse al mundo.
Espíritu Santo también yo tengo mis prejuicios
hacia determinados grupos sociales o religiosos, construyo barreras, me sitúo
por encima de ellos. Despójame de ellos para que mire con la mirada de Dios,
libre de todo sectarismo.
Undécima estación: Jesús clavado en la cruz
Del
libro de los Hechos:
Después
fue a Tarso a buscar a Saulo. Cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía, y
estuvieron juntos un año entero en aquella iglesia. (Hch 11,26)
Bernabé
fue quien introdujo a Pablo en la Iglesia. Desde entonces impulsado por el
Espíritu vivió encadenado al Evangelio, crucificado con Cristo.
Espíritu
Santo toma mis manos, toma mis pies, mi voluntad es débil, se Tú quien la
crucifique con Cristo.
Duodécima estación: Jesús muere en la cruz
Del libro de los Hechos de los Apóstoles:
Por
entonces, el rey Herodes inició una persecución contra algunos miembros de la Iglesia. Mandó
ejecutar a Santiago, hermano de Juan. (Hch 12, 2).
Santiago
el Mayor sigue el destino de Cristo y es martirizado. Esta es nuestra meta,
ofrecer nuestra vida a los demás. No tener miedo a ser testigos del Evangelio
en un mundo donde las palabras Dios, amor, misericordia, compasión, últimos
lugares, son excluidas.
Espíritu
Santo ayúdame a no tener miedo a ocupar los últimos lugares por ser fiel a ti,
a vivir con el corazón centrado en Cristo, a construir mi vida desde Él, relativizando
todo lo que pueda turbarla.
Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Santísima Madre
Del
libro de los Hechos de los Apóstoles:
Cuando
cayó en la cuenta de lo sucedido, fue a casa de María, la madre de Juan, llamado
Marcos, donde había bastante gente reunida en oración. (Hch 12,12).
Pedro
tras ser liberado de la cárcel por el ángel del Señor regresa a la Iglesia. Es
ella, en oración, como María, la Madre que acoge.
Espíritu
Santo te pido sea capaz de encontrar siempre en mi madre, la Iglesia, el lugar
donde descansar de mis cruces, mis sufrimientos.
Decimocuarta estación: Jesús es puesto en el sepulcro
Del
libro de los Hechos de los Apóstoles:
Un
día, mientras celebraban la liturgia del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo
dijo: separadme a Bernabé y Saulo para la misión que les he encomendado. (Hch
13, 2).
La
evangelización forma parte esencial de la vida del Cristiano. Quien reconoce a
Dios como Padre, sigue a Cristo y se deja guiar por el Espíritu no puede más que, sepultado a sí
mismo, recorrer los caminos del hombre y la mujer del siglo XXI, anunciando el
Evangelio.
Al
concluir el via crucis contigo y con la Iglesia te pido hagas de mí un Apóstol
de Cristo.
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