I
ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.
Antes
de formarte en el vientre te escogí. Dios llama a Jeremías para que sea su
profeta, arranque y arrase, destruya, edifique y plante. Jeremías asume un
camino difícil, el camino del profeta siempre es el camino de la cruz.
Jesús
al decir sí a Dios asumió como los profetas una vida condenada a muerte. Sus
palabras y testimonio le llevarán irremediablemente a correr la suerte de los
profetas.
Señor,
te pedimos apartes de nosotros todo miedo a ser profetas, a vivir en sintonía
con el Evangelio, denunciando el pecado con nuestra vida y palabras.
II
ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.
El profeta Jeremías si bien como dirá después se siente
seducido y engañado por Dios y le cuesta aceptar ser profeta de desventuras,
asume la pesada cruz.
Cargar con la cruz no es fácil. No lo fue para Jeremías ni
para Cristo, sin embargo, con realismo, fiados totalmente en Dios Padre la
aceptan.
Señor, ser cristiano hoy no es fácil, solamente la fe en tu
Palabra impide que digamos no al proyecto que tienes sobre nosotros
III
ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.
“Me abandonaron a mi fuente de agua viva y cavaron aljibes,
aljibes agrietados que no retienen el agua”. Así denuncia Dios por medio del
profeta Jeremías la idolatría de un pueblo que se ha apartado de él.
Fue la idolatría la que hizo caer al pueblo y abandonar a
Dios. Siglos más tarde el pueblo entregará a Jesús en manos del Emperador,
considerado dios y señor de la vida, lanzando a su Dios a tierra.
Señor aparta de nosotros toda idolatría, que cada día
descubramos en ti al único Dios, el único que no nos hace caer.
IV
ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.
“Yo
había pensado contarte entre mis hijos, darte una tierra envidiable”. Sin
embargo este deseo de Dios se vio truncado, pues Israel, “igual que una mujer
traiciona a su amante, así me traicionó”.
En
este camino de la cruz, una hija de Israel, María, sale al encuentro de su
Dios. Ella es virgen consagrada a Dios.
María, te pedimos por nosotros, para que por tu
oración, nuestro egoísmo no frustre las esperanzas que has depositado en
nosotros.
V
ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.
En
el camino de Jeremías hubo un personaje que le ayudo. Arrojado a un aljibe
lleno de lodo, Ebedmélec, criado del rey, logró liberarle.
Cristo
no fue liberado de la muerte, tan sólo un hombre, Simón de Cirene, le ayudó con
la pesada cruz.
Señor,
te damos gracias por cuantos en nuestro camino nos ayudan a soportar el peso de
la vida.
VI
ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.
Escribe
Jeremías: “El Señor me enseñó y me hizo
comprender lo que hacían. Yo, como cordero manso llevado al matadero, no sabía
los planes homicidas que tramaban contra mí. A ti he encomendado mi causa”.
Jeremías es consciente de la situación en la que vive, pero sabe que en este
camino Dios es el que enjuga sus lágrimas.
Jesús
asume su condición de “cordero manso llevado al matadero” y en este camino, a
través de la Verónica, experimenta la presencia de un Dios que enjuga sus lágrimas.
Señor,
así eres. No quieres prescindir de nosotros para confortarnos. Es a través del
ser humano como consuelas y enjugas el rostro sangrante de la humanidad.
VII
ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.
Jeremías
en su camino experimentó momentos de duda. Hundido bajo el peso de la
persecución clama así: “Te me has vuelto arrollo engañoso, de agua
inconstante”.
Jesús
bien pudo hacer suyas las palabras de Jeremías, para quien las palabras del
Padre eran su gozo y la alegría de su corazón. Hundido bajo el peso de la cruz,
clama, suplica y no encuentra respuesta.
Señor,
gracias porque cuando llegan momentos duros y difíciles siempre te tenemos a
ti, aunque sea para gritarte.
VIII
ESTACIÓN. JESÚS AMONESTA A LAS MUJERES
DE JERUSALÉN.
Escribe
Jeremías: “Escuchad mujeres, ensayad a vuestras hijas una endecha, cada una a
su vecina una elegía. Subió la muerte por las ventanas y entró en los palacios,
arrebató a los niños en la calle, a los jóvenes en las plazas”.
Y
no aprendió el pueblo, de nuevo el profeta anuncia la muerte de los hijos.
Cristo, como Jeremías profetiza sobre Jerusalén, la ciudad que mata a los
profetas.
Señor,
que tu palabra llegue a nuestro corazón y seamos capaces de escucharla y
ponerla en práctica.
IX
ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.
“Me
sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste, me engañaste. Yo era el
hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí”. Así de sincero es Jeremías
con Dios. Está cansado de clamar violencia y destrucción, de ganarse enemigos
por fidelidad a Dios.
También
Jesús cae, es empujado por aquellos a los que un día denuncio la hipocresía,
los fariseos, escribas y sacerdotes. Ellos le condenaron y él cae, víctima.
Señor,
en esta estación solamente te pedimos no ser nunca de aquellos que hacen
tropezar y caer a los justos, con sus palabras y acciones.
X
ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.
Pasjur,
sacerdote del templo oyó a Jeremías profetizar y mandó que lo azotasen,
metiéndolo en el cepo que se encuentra en la puerta superior de Benjamín.
Despojado de sus vestiduras el profeta es azotado por profetizar.
Cristo
también fue despojado de sus vestiduras, por haber profetizado durante tres
años la Palabra que el Padre le encomendó.
Señor,
danos fortaleza para dar testimonio del Evangelio en medio de la sociedad, sin
miedo a ser despojados.
XI
ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.
¡Maldito
el día en que nací, el día que me parió mi madre no sea bendito! Jeremías sufre
la persecución y cansado desea morir, maldice su vida, “¿por qué salí del
vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?”.
Los
clavos penetran en las manos y los pies de Jesús, su grito es desgarrador, sólo
y abandonado, se refugia en los profetas y los salmos.
Señor,
que tu palabra esté en nuestro corazón cuando pasemos por la noche del dolor,
para encontrar en ella el aliento.
XII ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.
Los sacerdotes, los profetas y la gente dijeron a
Jeremías: “Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor diciendo
que este templo será como el de Siló y esta ciudad quedará en ruinas y
deshabitada?”.
Y
murió Jesucristo en la cruz, condenado a muerte. Él asumió la suerte de
Jeremías y de los profetas, quienes fueron apedreados y maltratados por la
ciudad de Jerusalén.
Señor,
te pedimos para que nunca tengamos miedo a dar testimonio de ti.
XIII
ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU MADRE.
Dice
Jeremías: “Yo les tomaré cuentas, sus jóvenes morirán a espada, sus hijos morirán de hambre”.
Al
tener en brazos a Cristo, María, acoge a la humanidad que muere, a tantos
hombres y mujeres víctimas de la violencia. Es el pecado el que destruye al ser
humano y María como Cristo cargó con este pecado.
Señor,
al contemplar a tu madre, sentimos que ella acoge nuestra persona, muchas veces
herida por la espada del egoísmo.
XIV
ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER DÍA.
En
aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo que hará
justicia y derecho en la tierra.
Y
ese vástago es Jesucristo. Después de recorrer el camino de la cruz, morir y
ser sepultado resucita para convertirse en el Juez que al final de los tiempos
implantará la justicia.
Señor,
no nos quedamos en el sepulcro. Miramos al cielo y sabemos que al final, la
última palabra será la tuya. Nuestra vida y la vida de todos los hombres y
mujeres serán juzgadas por ti, con derecho y rectitud.
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