martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis con Jeremías


 

I ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.

Antes de formarte en el vientre te escogí. Dios llama a Jeremías para que sea su profeta, arranque y arrase, destruya, edifique y plante. Jeremías asume un camino difícil, el camino del profeta siempre es el camino de la cruz.

Jesús al decir sí a Dios asumió como los profetas una vida condenada a muerte. Sus palabras y testimonio le llevarán irremediablemente a correr la suerte de los profetas.

Señor, te pedimos apartes de nosotros todo miedo a ser profetas, a vivir en sintonía con el Evangelio, denunciando el pecado con nuestra vida y palabras.

 

II ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.

El profeta Jeremías si bien como dirá después se siente seducido y engañado por Dios y le cuesta aceptar ser profeta de desventuras, asume la pesada cruz.

Cargar con la cruz no es fácil. No lo fue para Jeremías ni para Cristo, sin embargo, con realismo, fiados totalmente en Dios Padre la aceptan.

Señor, ser cristiano hoy no es fácil, solamente la fe en tu Palabra impide que digamos no al proyecto que tienes sobre nosotros

 

III ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.

“Me abandonaron a mi fuente de agua viva y cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua”. Así denuncia Dios por medio del profeta Jeremías la idolatría de un pueblo que se ha apartado de él.

Fue la idolatría la que hizo caer al pueblo y abandonar a Dios. Siglos más tarde el pueblo entregará a Jesús en manos del Emperador, considerado dios y señor de la vida, lanzando a su Dios a tierra.

Señor aparta de nosotros toda idolatría, que cada día descubramos en ti al único Dios, el único que no nos hace caer.

 

IV ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.

“Yo había pensado contarte entre mis hijos, darte una tierra envidiable”. Sin embargo este deseo de Dios se vio truncado, pues Israel, “igual que una mujer traiciona a su amante, así me traicionó”.

En este camino de la cruz, una hija de Israel, María, sale al encuentro de su Dios. Ella es virgen consagrada a Dios.

María,  te pedimos por nosotros, para que por tu oración, nuestro egoísmo no frustre las esperanzas que has depositado en nosotros.

 

V ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.

En el camino de Jeremías hubo un personaje que le ayudo. Arrojado a un aljibe lleno de lodo, Ebedmélec, criado del rey, logró liberarle.

Cristo no fue liberado de la muerte, tan sólo un hombre, Simón de Cirene, le ayudó con la pesada cruz.

Señor, te damos gracias por cuantos en nuestro camino nos ayudan a soportar el peso de la vida.

 

 

VI ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.

Escribe Jeremías: “El Señor me enseñó y me  hizo comprender lo que hacían. Yo, como cordero manso llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que tramaban contra mí. A ti he encomendado mi causa”. Jeremías es consciente de la situación en la que vive, pero sabe que en este camino Dios es el que enjuga sus lágrimas.

Jesús asume su condición de “cordero manso llevado al matadero” y en este camino, a través de la Verónica, experimenta la presencia de un Dios que enjuga sus lágrimas.

Señor, así eres. No quieres prescindir de nosotros para confortarnos. Es a través del ser humano como consuelas y enjugas el rostro sangrante de la humanidad.

 

VII ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.

Jeremías en su camino experimentó momentos de duda. Hundido bajo el peso de la persecución clama así: “Te me has vuelto arrollo engañoso, de agua inconstante”.

Jesús bien pudo hacer suyas las palabras de Jeremías, para quien las palabras del Padre eran su gozo y la alegría de su corazón. Hundido bajo el peso de la cruz, clama, suplica y no encuentra respuesta.

Señor, gracias porque cuando llegan momentos duros y difíciles siempre te tenemos a ti, aunque sea para gritarte.

 

VIII ESTACIÓN. JESÚS AMONESTA  A LAS MUJERES DE JERUSALÉN.

Escribe Jeremías: “Escuchad mujeres, ensayad a vuestras hijas una endecha, cada una a su vecina una elegía. Subió la muerte por las ventanas y entró en los palacios, arrebató a los niños en la calle, a los jóvenes en las plazas”.

Y no aprendió el pueblo, de nuevo el profeta anuncia la muerte de los hijos. Cristo, como Jeremías profetiza sobre Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas.

Señor, que tu palabra llegue a nuestro corazón y seamos capaces de escucharla y ponerla en práctica.

IX ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.

“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste, me engañaste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí”. Así de sincero es Jeremías con Dios. Está cansado de clamar violencia y destrucción, de ganarse enemigos por fidelidad a Dios.

También Jesús cae, es empujado por aquellos a los que un día denuncio la hipocresía, los fariseos, escribas y sacerdotes. Ellos le condenaron y él cae, víctima.

Señor, en esta estación solamente te pedimos no ser nunca de aquellos que hacen tropezar y caer a los justos, con sus palabras y acciones.

 

X ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.

Pasjur, sacerdote del templo oyó a Jeremías profetizar y mandó que lo azotasen, metiéndolo en el cepo que se encuentra en la puerta superior de Benjamín. Despojado de sus vestiduras el profeta es azotado por profetizar.

Cristo también fue despojado de sus vestiduras, por haber profetizado durante tres años la Palabra que el Padre le encomendó.

Señor, danos fortaleza para dar testimonio del Evangelio en medio de la sociedad, sin miedo a ser despojados.

 

XI ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.

¡Maldito el día en que nací, el día que me parió mi madre no sea bendito! Jeremías sufre la persecución y cansado desea morir, maldice su vida, “¿por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?”.

Los clavos penetran en las manos y los pies de Jesús, su grito es desgarrador, sólo y abandonado, se refugia en los profetas y los salmos.

Señor, que tu palabra esté en nuestro corazón cuando pasemos por la noche del dolor, para encontrar en ella el aliento.

 

XII ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.

Los sacerdotes, los profetas y la gente dijeron a Jeremías: “Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor diciendo que este templo será como el de Siló y esta ciudad quedará en ruinas y deshabitada?”.

Y murió Jesucristo en la cruz, condenado a muerte. Él asumió la suerte de Jeremías y de los profetas, quienes fueron apedreados y maltratados por la ciudad de Jerusalén.

Señor, te pedimos para que nunca tengamos miedo a dar testimonio de ti.

 

XIII ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU MADRE.

Dice Jeremías: “Yo les tomaré cuentas, sus jóvenes morirán a espada, sus hijos  morirán de hambre”.

Al tener en brazos a Cristo, María, acoge a la humanidad que muere, a tantos hombres y mujeres víctimas de la violencia. Es el pecado el que destruye al ser humano y María como Cristo cargó con este pecado.

Señor, al contemplar a tu madre, sentimos que ella acoge nuestra persona, muchas veces herida por la espada del egoísmo.

 

XIV ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER DÍA.

En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.

Y ese vástago es Jesucristo. Después de recorrer el camino de la cruz, morir y ser sepultado resucita para convertirse en el Juez que al final de los tiempos implantará la justicia.

Señor, no nos quedamos en el sepulcro. Miramos al cielo y sabemos que al final, la última palabra será la tuya. Nuestra vida y la vida de todos los hombres y mujeres serán juzgadas por ti, con derecho y rectitud.

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