martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis con el Hijo.




Primera estación: Jesús condenado a muerte


Del evangelio según San Lucas:

El ángel le dijo: No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que le pondrás por nombre Jesús. (Lc 1, 30).

El Hijo fue enviado al mundo con una misión, dar la vida por los hombres, descendiendo hasta asumir nuestras miserias.

Jesús, ayúdame a no tener miedo a empequeñecerme hasta ser invisible para los demás.

Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas


Del evangelio según san Lucas:

Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre (Lc 2, 7).

El Hijo en las entrañas de María recorrió las calles de Belén, abandonó la Ciudad de David y nació a las afueras de ella, en alusión a la muerte que iba a sufrir.

Jesús, ¡cuántas veces en mi vida he realizado el mismo recorrido que tú! Me hubiese gustado fuesen las circunstancias diferentes y sin embargo, pero se que tú me acompañabas.

Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la cruz


Del evangelio de san Mateo:

Entonces el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba (Mt 4,1).

La vida terrenal del Hijo fue una constante prueba entre la fidelidad al Padre y la tentación de vivir al margen de Él.

Señor, también mi vida es una constante prueba donde tengo que optar entre servirme a mí o servirte a ti. Que tu espíritu me ayude, cuando caigo a volver a mirarte y seguir amando al Padre.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su santísima Madre


Se acabó el vino, y entonces la madre de Jesús le dijo: No les queda vino (Jn 2, 3).

El Hijo nació de Santa María Virgen. Ella comparte el camino de la cruz de Jesús y con Él de todos los crucificados. Se acerca al Hijo, quien rodeado de odio, tiene sed de una mirada de afecto.

Señor, mira mi corazón. También está vacío. Necesita ser más amado y amar con toda su alma, al Padre y a quienes le rodean, ser tinaja rebosante de vino, donde todos sacien la sed de una palabra profunda y sincera, una mano tendida, una cálida mirada y sin embargo, sólo puedo ofrecerles un cántaro vacío. Que tu Madre interceda por mí.

Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz


Del evangelio según san Lucas:

Él les respondió: mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (Lc 8, 21).

El Hijo necesita de nosotros. La Palabra eterna del Padre quiere alcanzar a todos los hombres para salvarlos mediante aquellos que la escuchan y la practican.

Señor, hoy quiero ser tu Cireneo, el africano que toma tu cruz. Ir más allá de la visión piadosa, pues ayudarte es acoger tu Palabra y proclamarla, particularmente con una vida de compasión y misericordia.

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús


Del evangelio según san Juan:

María se presentó con un frasco de perfume muy caro, casi medio litro de nardo puro y ungió con él los pies de Jesús (Jn 12, 3).

Una mujer unge al Hijo, aludiendo a su pasión. Ella reconoce en el huésped de Nazaret al Hijo de Dios.

Señor, ¡cuántas personas han mostrado conmigo la misma ternura que María! En esta estación quiero pedirte por ellas, por las que han cuidado de mí desde que nací, por las manos que curaron mis heridas e indigencia.

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez


Del evangelio según san Lucas:

Mientras oraba cambié el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente (Lc 9, 29).

La obediencia al Padre necesitaba de la oración. Ante la opción de permanecer en Galilea o emprender el viaje a Jerusalén Jesús cae, pero mira a lo alto, ora y el Padre lo levanta.

Señor, en mi vida hay circunstancias que me obligan a tomar una decisión, adentrándome en la oscuridad. Necesito de ti, de tu Palabra, para buscar el camino que me conduzca a tu voluntad.

Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén


Del evangelio según san Marcos:

Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento (Mc 13, 33).

El Hijo vendrá a juzgar a vivos y muertos, nuestra misión es estar vigilantes. Así la oración adelanta ese momento, por cuanto nuestra vida queda bajo la mirada de quien desvela nuestras luces y sombras.

Señor, muchas veces sólo me preocupo de las cruces ajenas, llorando por los pecados de los demás y olvidando ser yo también uno de los que te azotan y obligan a cargar con la cruz, juzgando a los otros y hablando mal de ellos.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez bajo la cruz


Del evangelio de san Marcos:

Decía: ¡Abbá, Padre! Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú.

Culminan las caídas del Hijo. Experimenta el peso de la frágil condición humana. Pero sigue confiando en Abbá. El Hijo sabe que todo lo que es lo es por el Padre.

Señor. Te confieso no avergonzarme de haber llorado ante ti mi impotencia ante los conflictos que sospechaba iba a sufrir y confieso ante mis hermanos haber sido escuchado por ti.

Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.


Del Evangelio según san Mateo:

Entonces todos los discípulos lo abandonaron (Mt 26,56).

Este fue el despojo más doloroso para el Hijo. El profundo, el que realmente hiere el alma. Nadie de aquellos por quienes va a ofrecer su vida, a los que ha mostrado una ternura y compasión sin límites, va a estar con Él en su pasión. Sus amigos, ante la cruz, marcan la distancia.

Señor ¿y yo? También, ante aquellos compañeros que sufren moving o son destronados de su posición, me distancio, mi trato cambia.

Undécima estación: Jesús clavado en la cruz


 Del evangelio según san Mateo:

Él les dijo: pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaron más fuerte: ¡crucifícalo! (Mt 27,23).

El Hijo siendo inocente fue condenado a muerte, uniendo su vida a la de tantos inocentes injustamente torturados y asesinados.

Señor, ¿qué mal ha hecho este africano? Cruzó el Estrecho para salvar la vida de su familia, fue encarcelado en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Valencia por ser ilegal y es acosado constantemente por la policía. Y respondemos, crucifícalo, expulsadlo de España. Unos verbalmente, otros con nuestro silencio.

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz


Del evangelio según san Marcos:

Y a eso de las tres gritó Jesús con fuerte voz: Eloí, Eloí, ¿lemá sabaktani? ¿por qué me has abandonado? (Mc 15, 36).

Es el abandono total del Hijo, descendiendo a los infiernos de la soledad más profunda redimió el pecado de la humanidad: la indiferencia.

Señor, hoy en la cercanía y en la distancia, hay hijos tuyos que claman al cielo. ¿Y yo como respondo? Unas veces les escucho, visito o colaboro con Cáritas y los misioneros. Otras, miro hacia otra parte, me tapo los oídos con las manos de mis pequeños actos de generosidad y piedad.

 


Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Santísima Madre


Del evangelio según san Juan:

Cerca del lugar donde fue crucificado Jesús había un huerto y, en el huerto, un sepulcro nuevo en el que nadie había sido enterrado. Allí, pues depositaron a Jesús. (Jn 19,41).

Las entrañas de María anuncian las entrañas de la madre Tierra. Ella fue el huerto donde el Verbo acampó en espera del nacimiento.

Señor, yo soy ese huerto. Tú has acampado en mí, en la oscuridad de mi gruta interior se que Tú habitas.

Decimocuarta estación: Jesús es puesto en el sepulcro


Del evangelio según san Juan:

Los discípulos regresaron a casa. María, en cambio, se quedó allí, junto al sepulcro, llorando. (Jn 20,10).

No todo ha concluido. Una mujer espera en el huerto, su corazón llora porque ama al Hijo de Dios. Y en la mañana de la Pascua, la espera recibe su recompensa.

Señor. Al concluir el via crucis, también deseo permanecer contigo, cuando Tú te alejas de mí, llorando tu ausencia, en espera del reencuentro con quien me ama hasta ofrecer su vida por mí.

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