lunes, 17 de marzo de 2014


VIA CRUCIS CON SAN AGUSTÍN


 


Primera estación


Jesús condenado a muerte

Del evangelio de S. Mateo:

“Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para prender a Jesús con engaño y matarlo. Comentaban, sin embargo: Durante la fiesta no, para que no haya una algarada entre la gente”.

Mt 26,3-5

San Agustín ut supra. O bien, temían que si todos creían en Cristo no quedase nadie para defender la ciudad y el templo de Dios contra los romanos, porque bien sabían que la doctrina de Cristo era contraria al mismo templo y a las leyes de sus antepasados. Temían, pues, perder los bienes temporales, y nada les importaba perder la vida eterna, en que no pensaban. Pero a pesar de todo esto, finalmente los romanos, después de la pasión y de la resurrección del Señor, hicieron desaparecer la ciudad, destruyéndola.

Señor, ayúdanos a no tener miedo de dar la cara por mis hermanos, los que en las tertulias son criticados, muchas veces injustamente, siempre con falta de compasión, misericordia y caridad.

 

Segunda estación


Jesús con la cruz a cuestas

Del evangelio de S. Juan:

Tomaron, pues, a Jesús, que, cargando con su cruz salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota.

Jn 19, 16b.-17

San Agustín, in Ioannem, tract., 117. ¡Gran espectáculo y a los ojos de la impiedad gran escarnio! Pero a los de la piedad grande misterio. Ríe la impiedad, viendo al rey llevar por cetro la cruz de su suplicio; ve la piedad al rey llevando a cuestas la cruz en que ha de ser clavado; cruz que había de fijarse hasta en la frente de los reyes; cruz objeto de desprecio para los impíos, y en la que habían de gloriarse los corazones de los Santos. Llevándola sobre sus hombros, la sublimaba como antorcha que ardía sobre el candelabro, y no había de ocultarse bajo el celemín.

Señor, ayúdanos a cargar con tu cruz, la que nos lleva a que los demás vean en nosotros personas creyentes que aman a tu esposa, la Iglesia y asumen con amor filial sus pecados.  

  

Tercera estación

Jesús cae por primera vez bajo la cruz

 

Del Evangelio de S. Mateo:

Entonces fue Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dijo a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.

Mt 26, 26-38

 San Agustín, quaestiones evangeliorum 2,47. No será absurdo entender también que Jesús oró tres veces en razón a las tres tentaciones que sufrió; porque así como la tentación del deseo es de tres maneras, lo mismo es triple la tentación del temor. El miedo de la muerte se opone al apetito que existe en la curiosidad, porque así como hay cierta avidez en este apetito de conocer todas las cosas, así en la muerte se encuentra el miedo de perder su conocimiento. Al apetito del honor o alabanza se opone el temor de la ignominia y afrentas; y al apetito del placer, el temor del dolor.

Señor,  que podamos vencer las tentaciones de no creer en ti.

 

Cuarta estación


Jesús encuentra a su santísima Madre

Del Evangelio de S. Lucas:

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: Y a ti misma, una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.

Lc 2,34-35

San Agustín, de quaest. novi et veteris Testamenti, cap. 73. Acaso significó en esto que también María (por quien se había realizado el misterio de la encarnación), dudó con cierto estupor en la muerte de Jesús, viendo al Hijo de Dios tan humillado y que descendía hasta la muerte. Y así como la espada cuando toca a un hombre le hace temer, aun cuando no lo hiera, así la duda produjo en ella tristeza, sin matarla, porque no tomó asiento en su alma, sino que la atravesó como una sombra.

Madre,  se tu en el camino de nuestra vida la mirada serena que nos ayuda a llevar la cruz.

  


 


Quinta estación


Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

Del Evangelista San Lucas.

Cuando le llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que regresaba del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.

Lc 23,26

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 10. San Juan cuenta que Jesús llevaba su cruz sobre sí, de donde se entiende que era El mismo quien llevaba su cruz, cuando era conducido a aquel lugar que llaman Gólgota. A Simón se le encontró en el camino, donde se le hizo llevar la cruz hasta el sitio designado.

Señor, Tú siempre vas delante. Aunque el camino sea duro, no miramos las piedras sino a ti. Ayúdanos a fijarnos en quien ablanda con sus pies descalzos los girones.

Sexta estación

La Verónica enjuga el rostro a Jesús


 

Del salmista:

Como anhela la cierva los arroyos

así te anhela mi ser, Dios mío.

Mi ser tiene sed de Dios,

del Dios vivo;

¿cuándo podré ir a ver

el rostro de Dios?

Sal 41,2-3

 

S. Agustín. Sermon. Corre hacia las fuentes, suspira por las fuentes de agua. En Dios está la fuente de la vida, una fuente inagotable; y su luz es una luz que nunca se oscurece. Suspira por esta luz, por esa fuente y esa luz que tus ojos no conocen. Cuando se ve con esta luz, se habilita tu ojo interior; cuando bebes de esta fuente, la sed interior se inflama. Corre hacia la fuente, suspira por la fuente; pero no de cualquier modo, no corras como cualquier animal: corre como el ciervo. ¿Qué significa como el ciervo? No lo hagas con lentitud; corre veloz, anhela con prontitud la fuente. Bien sabemos que el ciervo tiene una singular velocidad.

Señor, Tú eres la fuente que sacia nuestra sed. ¡Qué nunca nos cansemos de beber en ella, en las fuentes de tu Palabra, la Eucaristía, los sacramentos y el hermano que nos necesita!

 Séptima estación

Jesús cae por segunda vez

 

Del salmista

En ti Yahvé me cobijo,

¡nunca quede defraudado!

¡Líbrame conforme a tu justicia,

tiende a mí tu oído, date prisa!

Salmo 31

S.Agustín. Sermón. Haz así tú también, alegrándote de las cosas que te sucedan; y cuando llegue ese día último, alégrate. Y si se te escapa alguna fragilidad de la voluntad humana, que sea enseguida enderezada hacia Dios, para que te encuentres entre aquéllos a quienes se dice: Gloriaos todos los rectos de corazón.

Señor. Que experimentemos en nuestas  caidas la fuerza de quien nos alienta para seguir por el camino de la rectitud.

 

Octava estación

Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén


Del Evangelio de S. Lucas:

Lo seguía una gran multitud de pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotros y por vuestros hijos.

Lc 23,27-28

S. Agustín. Sermón. ¿Cómo no va a reinar el que sea encontrado justo en la vida de Dios, si, cuando era pecador, fue buscado con la muerte de Dios para que no pereciese? Seremos salvados en la vida de Dios, puesto que en la nuestra habíamos perecido. Pero, al oír hablar de la vida y de la muerte de Dios, distingamos de cuál se trata y de dónde le llega. La vida nos la aportó él a nosotros; la muerte, en cambio, la recibió él de nosotros; no porque él la mereciese, sino en beneficio nuestro.

Señor, que tu Palabra sea siempre un acicate para mirar con profundidad los sufrimientos de los que nos rodean.

 

Novena estación

Jesús cae por tercera vez bajo la cruz

Del evangelio de S. Mateo:

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.

Mt 11,28-29

San Agustín, sermones 69,1. ¿Por qué nos cansamos todos, sino porque somos mortales, que llevamos vasos de barro que nos ponen en tantas angustias? Pero si los vasos frágiles de la carne nos angustian, nos desplegamos en los espacios de la caridad. ¿A qué dice: "Venid a mí todos los que trabajáis", sino para que no nos cansemos?

Señor, que experimentemos en nuestra fragilidad la fuerza que viene de ti.

Décima estación

Jesús es despojado de sus vestiduras.

Del Evangelio de S. Juan.

Los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron con ellos cuatro lotes, uno para cada soldado. Tomaron también la túnica que no tenía costura; estaba tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: Mejor no romperla; echemos a suertes, a ver a quién le toca.

Jn 19,24

San Agustín,.Y añadió el Evangelista: "Toda ella", porque nadie debe ser extraño a la caridad del todo, que se llama Iglesia Católica. Es inconsútil (sin costuras), para que nunca se desuna, y tiende a la unidad, porque a todos reúne en un centro. En la suerte se ve la figura de la gracia de Dios, pues no la deciden los méritos de cada uno, sino el secreto juicio de Dios.

Señor. ¡Que valoremos ser los afortunados, los que experimentan cada día el misterio de la cruz! Tú te despojaste para cubrir con la túnica inconsutil de tu Iglesia nuestros pecados.

Undécima estación

Jesús clavado en la cruz

Del evangelista S. Lucas:

Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto a los malhechores, uno a la drecha y otro a la izquierda. Jesús decía:Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Lc 23, 33-34

San Agustín de Gratia Nobis et veteris testamenti. La altura se encuentra en aquella parte del madero que está en la parte superior del otro que le atraviesa, dejando una parte por encima, esto es, donde llega la cabeza del crucificado. Porque la esperanza suprema de los que esperan es buena. Y finalmente, aquella parte que se oculta en la tierra, y de donde arranca todo lo demás, da a conocer la profundidad de la gracia gratuita.

¡Señor que sepamos perdonar incluso a quienes rechazan nuestro perdón!

Duodécima estación

Jesús muere en la cruz

 

Del evangelio de S. Juan:

Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Jn 19,30

San Agustín, ut supra. Y porque no convenía que quedase nada por cumplir antes de su muerte. Sigue: "E inclinada la cabeza, dio su espíritu". Concluidas todas las cosas que debían ejecutarse, esperaba como el que tenía poder para dejar su alma y volver a tomarla.

Señor, que nuestra vida sea un entregarla en cada instante en las manos amorosas del Padre, el único que puede impedir se despeche por el abismo.

 

Decimotercera estación

Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre

Del Evangelio de San Juan

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Jn 19, 25-27

San Agustín, in Ioannem, tract., 119. Ahora que ya padece en su humanidad, honra con sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es una instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los oficios de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra de maestro la cruz en que estaba clavado.

Señor, que la oración de nuestras madres por nosotros, las que viven aquí y las que se hallan junto a ti te alcance.

 

Decimocuarta estación

Jesús es puesto en el sepulcro

Del Evangelio de San Juan.

En el lugar donde Jesús había sido crucificado había un huerto, y en el huerto  un sepulcro nuevo en el que aún no había sido depositado nadie. Pusieron allí a Jesús.

Jn 19,41-42

San Agustín, in Ioannem, tract., 120. Así como en el seno de la Virgen María no fue concebido otro que Jesús, así en este sepulcro, ni antes ni después, fue enterrado nadie.

Señor, al concluir este via crucis te ofrecemos el sepulcro de nuestra persona, para que entres en Él y lo ilumines con la luz de la resurrección. Que tu semilla fructifique en nosotros.

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