I
ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.
Dios
llamó a Moisés desde la zarza, en el monte Sinaí: Moisés, Moisés. Anda que te
envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo.
El
camino de Moisés comienza en el Sinaí, allí Dios le ordena deje su actividad
como pastor, se enfrente al Faraón, libere al pueblo de la esclavitud y lo
conduzca a la tierra prometida. Moisés tiene que morir a sí mismo para salvar a
su pueblo. Como Cristo recorrer un camino que no es el suyo sino el trazado por
Dios.
Señor,
ayúdanos a nosotros a caminar no por nuestro camino sino por la senda que tu
nos traces.
II
ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.
Moisés acogió el mandato de Dios y dejando atrás a su suegro
Jetró, emprendió el camino desde Madián hasta Egipto.
La misión con la que Moisés ha de cargar no es fácil, tiene
que vencer sus propias resistencias y limitaciones, es tartamudo, sin embargo
acepta la cruz, como Cristo aceptó la suya, sin miedo, confiando en Dios.
Señor, ayúdanos a cargar con tu voluntad, sabiendo que ésta
no depende de nuestras limitaciones sino que precisamente contando con ellas
eres capaz de hacer obras grandes a través de nosotros.
III
ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.
Moisés se dirigió al Faraón, éste aumentó el trabajo de los
israelitas, provocando el enfado de estos hacia Moisés y la desconfianza hacia
Dios: El pueblo es maltratado y tú no has librado al pueblo.
Llevar la cruz constituye una dura prueba en la que a veces
Dios parece que se oculta, es precisamente en ese momento cuando se cae en el
desaliento y el desánimo, como Moisés y Cristo, en el suelo, inmóviles y sin
deseo de continuar.
Señor, que tu luz nunca se apague en nosotros y a pesar de
tus silencios sigamos confiando en ti.
IV
ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.
En
este camino difícil como es la salvación del pueblo, Dios nunca deja solo al
enviado. De nuevo salió al encuentro de Moisés para alentarle a seguir en el
proyecto encomendado.
A
Jesús el Padre no le habló directamente mientras recorrió el camino, sin
embargo, no le dejó solo, envió a la Madre de Dios, María, su madre para que
fuese aliento en esos terribles momentos.
Señor,
aunque a veces parezca que nos dejas solos llevando la cruz, no es cierto,
siempre hay alguién junto a nosotros.
V
ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.
Aarón
fue el cireneo de Moisés, la carga era pesada y él tartamudo. Su hermano y
compañero de fatigas le acompañó en el camino desde Egipto hasta la tierra
prometida, llevando con él la pesada carga del pueblo.
Toda
misión no puede llevarse en soledad, siempre hay que apoyarse en los demás,
tener la humildad de aceptar la ayuda del otro, como Moisés aceptó la
colaboración de Aarón y Cristo al Cireneo.
Señor,
te pedimos que no nos empeñemos en ser nosotros solos los protagonistas de
nuestros proyectos, sino que aceptemos la ayuda de quienes se nos ofrecen.
VI
ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.
Encadenado,
sometido al látigo, llevando los ladrillos, el pueblo camina por Egipto,
cargando con la pesada cruz de la esclavitud, pero Dios escucha su gemido y a
través de Moisés enjuga el rostro de los hebreos, les devuelve la dignidad de
pueblo.
El
Dios de los cristianos es un Dios que actúa a través de la mediación de las
personas. Ante el sufrimiento del ser humano Dios no calla, actúa, no como
quisieramos nosotros, con prodigios y milagros, sino mediante personas que
salen a nuestro camino para devolvernos la dignidad, para limpiar nuestro
rostro ensangrentado.
Señor,
te pedimos que descubramos tu presencia en aquellos que en los momentos de
enfermedad o dolor están junto a nosotros, enjugando nuestras lágrimas.
VII
ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.
El Faraón y el pueblo egipcio cayeron, el poder de Dios
vino sobre ellos en forma de diez plagas y sin embargo no supieron reconocer a
Dios como Señor.
Hay
caídas y caídas, las del pecador que no quiere convertirse y la del justo que
busca la conversión. El Faraón permaneció en su terquedad y cayó diez veces,
Cristo también cayó pero a diferencia del Faraón no por su propio pecado sino
por el pecado de la humanidad.
Señor,
que nuestras caídas a causa de nuestros pecados no nos lleven a pecar más sino
a reconocer nuestro delito y levantarnos.
VIII
ESTACIÓN. JESÚS AMONESTA A LAS MUJERES
DE JERUSALÉN.
El
pueblo lloraba a causa de las ranas, los mosquitos, las moscas, la peste y la
tormenta, sin embargo, estas lágrimas podían haberse evitado si el Faraón
hubiese reconocido el poder de Dios en la persona de Moisés.
Ellas
lloraron e inconscientemente lloraban la desgracia inminente de su pueblo,
ellas y el pueblo fueron incapaces de reconocer en Cristo al Dios de Moisés.
Señor,
que nuestras lágrimas al contemplarte a ti crucificado nos lleven a reconocer
nuestro propio pecado.
IX
ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.
Viendo
el Faraón que había cesado la lluvia, el granizo y los truenos volvió a pecar y
se puso terco, él con su corte, y se empeñó en no dejar salir a los israelitas.
De
nuevo la terquedad llevará al Faraón y su corte a pecar y mantener en la
esclavitud al pueblo, provocando tres plagas más, la langosta, las tinieblas y
la muerte del primogénito.
Señor,
ayúdanos a reconocerte a ti como Señor de nuestra vida.
X
ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.
Los
ázimos lleva consigo hacer desaparecer de las casas toda levadura, lo que va a
empezar es algo nuevo, la Pascua. Por eso el pueblo se despoja de lo viejo, la
levadura.
Antes
de ofrecerse en la cruz, la Pascua de Cristo, también el se despoja del vestido
viejo, comienza una nueva realidad en su persona, despojado del hombre viejo,
en palabras de Pablo, renacerá el hombre nuevo.
Señor,
que nosotros también sepamos despojarnos de todo lo viejo para acoger la
novedad del Evangelio.
XI
ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.
Los
ázimos y el cordero sacrificado son los dos ritos centrales de la Pascua.
Degollado, su sangre será la contraseña, el salvoconducto que salvará al pueblo
de la muerte.
El
cordero representa a Cristo que se inmola por nosotros, se sacrifica en la
nueva y definitiva Pascua. Con razón Jesús se compara con el cordero
sacrificado que expía sus pecados por todo el pueblo.
Señor,
al contemplarte en la cruz te pedimos abras nuestros ojos para descubrir la
grandeza de un Dios que se entrega por nosotros en el acto supremo de la
misericordia y amor divino.
XII ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.
Murió aquella noche el primogénito del Faraón y su muerte
abrió los cepos de los esclavos y la puerta de la libertad. Con la muerte de
los primogénitos el pueblo de Dios pasa a ser un pueblo libre que después de
peregrinar por el desierto y experimentar en el Monte Sinaí la Alianza
alcanzará la tierra prometida.
Cristo es el primogénito de Dios, su muerte nos abre los
cepos del pecado y la puerta de la libertad. Con su muerte, el nuevo pueblo de
Israel, la Iglesia y en ella la humanidad pasa a ser un pueblo libre que
después de peregrinar por el desierto de la vida y experimentar en el monte
gólgota, la Eucaristía, la Nueva Alianza, alcanzará el Reino de Dios.
Señor, ante tan gran misterio sólo puedo saborear mi
condición de hombre nuevo llamado a la
libertad de los hijos de Dios.
XIII
ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU MADRE.
El
pueblo libre fue depositado en los brazos de Dios madre, quien los conducía,
guiándolos de día en una columna de nube
y de noche en una columna de fuego.
El
cuerpo muerto de Cristo también experimento la presencia de Dios en la madre,
en los brazos de María Cristo muerto para este mundo esperó alcanzar la
resurrección.
Señor
te pedimos por María para que en el momento del tránsito también nosotros
podamos experimentar su presencia maternal en la hora de nuestra muerte.
XIV
ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER DÍA.
La libertad efectiva solamente ocurrió cuando el pueblo
atravesó el mar Rojo, sus aguas sepultaron al ejército del Faraón y dejando
atrás la tierra de la esclavitud emprendieron el camino de la libertad.
Cristo
fue sepultado y al tercer día el ejercito de Satanás fue derrotado, siendo
sepultado por las aguas torrenciales de la misericordia de Dios y liberando,
con la resurrección de Jesucristo, a sus
hijos de la esclavitud del pecado y de la muerte.
Señor
que cada día experimentemos nuestra libertad. Con Cristo hemos sido sepultados
a la muerte y resucitados a la vida.
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