martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis con Moisés




I ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.

Dios llamó a Moisés desde la zarza, en el monte Sinaí: Moisés, Moisés. Anda que te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo.

El camino de Moisés comienza en el Sinaí, allí Dios le ordena deje su actividad como pastor, se enfrente al Faraón, libere al pueblo de la esclavitud y lo conduzca a la tierra prometida. Moisés tiene que morir a sí mismo para salvar a su pueblo. Como Cristo recorrer un camino que no es el suyo sino el trazado por Dios.

Señor, ayúdanos a nosotros a caminar no por nuestro camino sino por la senda que tu nos traces.

 

II ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.

Moisés acogió el mandato de Dios y dejando atrás a su suegro Jetró, emprendió el camino desde Madián hasta Egipto.

La misión con la que Moisés ha de cargar no es fácil, tiene que vencer sus propias resistencias y limitaciones, es tartamudo, sin embargo acepta la cruz, como Cristo aceptó la suya, sin miedo, confiando en Dios.

Señor, ayúdanos a cargar con tu voluntad, sabiendo que ésta no depende de nuestras limitaciones sino que precisamente contando con ellas eres capaz de hacer obras grandes a través de nosotros.

 

III ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.

Moisés se dirigió al Faraón, éste aumentó el trabajo de los israelitas, provocando el enfado de estos hacia Moisés y la desconfianza hacia Dios: El pueblo es maltratado y tú no has librado al pueblo.

Llevar la cruz constituye una dura prueba en la que a veces Dios parece que se oculta, es precisamente en ese momento cuando se cae en el desaliento y el desánimo, como Moisés y Cristo, en el suelo, inmóviles y sin deseo de continuar.

Señor, que tu luz nunca se apague en nosotros y a pesar de tus silencios sigamos confiando en ti.

 

 IV ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.

En este camino difícil como es la salvación del pueblo, Dios nunca deja solo al enviado. De nuevo salió al encuentro de Moisés para alentarle a seguir en el proyecto encomendado.

A Jesús el Padre no le habló directamente mientras recorrió el camino, sin embargo, no le dejó solo, envió a la Madre de Dios, María, su madre para que fuese aliento en esos terribles momentos.

Señor, aunque a veces parezca que nos dejas solos llevando la cruz, no es cierto, siempre hay alguién junto a nosotros.

 

V ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.

Aarón fue el cireneo de Moisés, la carga era pesada y él tartamudo. Su hermano y compañero de fatigas le acompañó en el camino desde Egipto hasta la tierra prometida, llevando con él la pesada carga del pueblo.

Toda misión no puede llevarse en soledad, siempre hay que apoyarse en los demás, tener la humildad de aceptar la ayuda del otro, como Moisés aceptó la colaboración de Aarón y Cristo al Cireneo.

Señor, te pedimos que no nos empeñemos en ser nosotros solos los protagonistas de nuestros proyectos, sino que aceptemos la ayuda de quienes se nos ofrecen.

 

 

VI ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.

Encadenado, sometido al látigo, llevando los ladrillos, el pueblo camina por Egipto, cargando con la pesada cruz de la esclavitud, pero Dios escucha su gemido y a través de Moisés enjuga el rostro de los hebreos, les devuelve la dignidad de pueblo.

El Dios de los cristianos es un Dios que actúa a través de la mediación de las personas. Ante el sufrimiento del ser humano Dios no calla, actúa, no como quisieramos nosotros, con prodigios y milagros, sino mediante personas que salen a nuestro camino para devolvernos la dignidad, para limpiar nuestro rostro ensangrentado.

Señor, te pedimos que descubramos tu presencia en aquellos que en los momentos de enfermedad o dolor están junto a nosotros, enjugando nuestras lágrimas.

 

VII ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.

El Faraón y el pueblo egipcio cayeron, el poder de Dios vino sobre ellos en forma de diez plagas y sin embargo no supieron reconocer a Dios como Señor.

Hay caídas y caídas, las del pecador que no quiere convertirse y la del justo que busca la conversión. El Faraón permaneció en su terquedad y cayó diez veces, Cristo también cayó pero a diferencia del Faraón no por su propio pecado sino por el pecado de la humanidad.

Señor, que nuestras caídas a causa de nuestros pecados no nos lleven a pecar más sino a reconocer nuestro delito y levantarnos.

 

VIII ESTACIÓN. JESÚS AMONESTA  A LAS MUJERES DE JERUSALÉN.

El pueblo lloraba a causa de las ranas, los mosquitos, las moscas, la peste y la tormenta, sin embargo, estas lágrimas podían haberse evitado si el Faraón hubiese reconocido el poder de Dios en la persona de Moisés.

Ellas lloraron e inconscientemente lloraban la desgracia inminente de su pueblo, ellas y el pueblo fueron incapaces de reconocer en Cristo al Dios de Moisés.

Señor, que nuestras lágrimas al contemplarte a ti crucificado nos lleven a reconocer nuestro propio pecado.

 

IX ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.

Viendo el Faraón que había cesado la lluvia, el granizo y los truenos volvió a pecar y se puso terco, él con su corte, y se empeñó en no dejar salir a los israelitas.

De nuevo la terquedad llevará al Faraón y su corte a pecar y mantener en la esclavitud al pueblo, provocando tres plagas más, la langosta, las tinieblas y la muerte del primogénito.

Señor, ayúdanos a reconocerte a ti como Señor de nuestra vida.

 

X ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.

Los ázimos lleva consigo hacer desaparecer de las casas toda levadura, lo que va a empezar es algo nuevo, la Pascua. Por eso el pueblo se despoja de lo viejo, la levadura.

Antes de ofrecerse en la cruz, la Pascua de Cristo, también el se despoja del vestido viejo, comienza una nueva realidad en su persona, despojado del hombre viejo, en palabras de Pablo, renacerá el hombre nuevo.

Señor, que nosotros también sepamos despojarnos de todo lo viejo para acoger la novedad del Evangelio.

 

 

XI ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.

Los ázimos y el cordero sacrificado son los dos ritos centrales de la Pascua. Degollado, su sangre será la contraseña, el salvoconducto que salvará al pueblo de la muerte.

El cordero representa a Cristo que se inmola por nosotros, se sacrifica en la nueva y definitiva Pascua. Con razón Jesús se compara con el cordero sacrificado que expía sus pecados por todo el pueblo.

Señor, al contemplarte en la cruz te pedimos abras nuestros ojos para descubrir la grandeza de un Dios que se entrega por nosotros en el acto supremo de la misericordia y amor divino.

 

XII ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.

Murió aquella noche el primogénito del Faraón y su muerte abrió los cepos de los esclavos y la puerta de la libertad. Con la muerte de los primogénitos el pueblo de Dios pasa a ser un pueblo libre que después de peregrinar por el desierto y experimentar en el Monte Sinaí la Alianza alcanzará la tierra prometida.

Cristo es el primogénito de Dios, su muerte nos abre los cepos del pecado y la puerta de la libertad. Con su muerte, el nuevo pueblo de Israel, la Iglesia y en ella la humanidad pasa a ser un pueblo libre que después de peregrinar por el desierto de la vida y experimentar en el monte gólgota, la Eucaristía, la Nueva Alianza, alcanzará el Reino de Dios.

Señor, ante tan gran misterio sólo puedo saborear mi condición de  hombre nuevo llamado a la libertad de los hijos de Dios.

 

XIII ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU MADRE.

El pueblo libre fue depositado en los brazos de Dios madre, quien los conducía, guiándolos  de día en una columna de nube y de noche en una columna de fuego.

El cuerpo muerto de Cristo también experimento la presencia de Dios en la madre, en los brazos de María Cristo muerto para este mundo esperó alcanzar la resurrección.

Señor te pedimos por María para que en el momento del tránsito también nosotros podamos experimentar su presencia maternal en la hora de nuestra muerte.

 

XIV ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER DÍA.

La libertad efectiva solamente ocurrió cuando el pueblo atravesó el mar Rojo, sus aguas sepultaron al ejército del Faraón y dejando atrás la tierra de la esclavitud emprendieron el camino de la libertad.

Cristo fue sepultado y al tercer día el ejercito de Satanás fue derrotado, siendo sepultado por las aguas torrenciales de la misericordia de Dios y liberando, con la resurrección de Jesucristo,  a sus hijos de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Señor que cada día experimentemos nuestra libertad. Con Cristo hemos sido sepultados a la muerte y resucitados a la vida.

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