I ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.
En tiempos del Antiguo Testamento la esterilidad de la mujer
era causa de condena. Condenada a la vergüenza y humillación, especialmente
cuando el marido poseía varias mujeres. Ana fue una de tantas mujeres
estériles. Ella oró y lloró a Dios en el santuario de Silo. Dios se apiadó de
ella y le dio un hijo, Samuel.
María en el Magníficat se apiada de todos aquellos que son
humillados y proclama al Dios que “enaltece a los humildes”. Ella, caminando
junto a Cristo en la cruz se une a todos los humillados.
Madre, ayúdanos a estar al lado de aquellos que sufren la
humillación, por no tener los parámetros que exige la sociedad.
II ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.
No sólo Abraham emprendió
el camino desde Ur hasta Canaan. También su esposa, Sara, cargó con la pesada
cruz de tener, en su ancianidad, que dejar atrás la ciudad para caminar día y
noche a la intemperie, fiados totalmente de Dios.
María como Sara en muchas
ocasiones tuvo que dejar su casa para ir donde Dios le indicase, a Belén,
Egipto, Jerusalén,... Ella se fió de Dios y dejó que él condujese su vida.
Madre, enséñanos a no
acomodarnos y estar siempre dispuestos a cambiar no sólo de lugar sino de
actitudes.
III ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.
Eva cayó, comió del árbol
del bien y del mal. Fue la primera caída del ser humano. Pero por encima del
pecado está la gracia que levanta.
María es la mujer
anunciada por Dios en el Génesis, ella es la que levantó a Eva del pecado,
hiriéndo con el talón a la serpiente.
Madre, gracias porque con
tu presencia nos levantas cada vez que el pecado nos derriba.
IV ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.
No fue fácil para Isaac la muerte de su madre Sara. En esos
momentos dolorosos, una mujer sale a su encuentro, se enamora de ella, “la tomó
por esposa y con su amor se consoló de la muerte de su madre”.
También Jesús necesitó el aliento de María, su madre, para
poder pasar por la amargura de la pasión y muerte.
Madre, abre nuestro corazón para, en los momentos de
dificultad, acoger el amor que los que nos rodean derraman sobre nosotros,
fuente de consuelo.
V ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.
Es en el libro de los Jueces donde encontramos a Débora. Esta
juez ordenó a Barac organizar un ejército con el fin de luchar contra Sisara.
Barac aceptó con la condición de ser acompañado por ella, cargando ambos con la
pesada cruz de la guerra.
Jesús ha emprendido la guerra contra la muerte, un combate
difícil y terriblemente duro, que le llevará hasta eliminar el pecado y el odio
en la cruz. Por eso María se convierte como Débora en la compañera de camino
que alienta a Cristo.
Madre, muchas veces Dios nos pide una gran dosis de
sacrificio. Como Barac somos débiles, por eso necesitamos de ti y de los demás.
Ayúdanos en nuestra lucha contra el pecado.
VI ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.
Noemí regresa a Belén, llena de amargura y pobre. Para el
emigrante es siempre un calvario regresar a su tierra sin haber logrado hacer
fortuna. Pero no está sola, la nuera decidió acompañarle, pues “tu pueblo es el
mío, tu Dios es mi Dios”. Esta joven enjuga las lágrimas de la anciana,
totalmente desgraciada y hundida psicológicamente.
De lejos María observa, también una mujer se acerca al hijo.
En la via de la amargura Verónica enjuga el rostro de Cristo, lleno de sangre y
lágrimas y lo que hace al hijo la madre lo vive interiormente, también siente
en aquel gesto una brisa de ternura y afecto.
Madre abre nuestros ojos para descubrir las lágrimas y el
dolor interior de aquellos que nos rodean y abre nuestras manos para ofrecer un
paño de afecto que las enjugue.
VII ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.
Agar, la esclava de Abraham y madre de Ismael, abandonada
por el primero en el desierto con tan sólo un pan y un odre de agua, en el
desierto, sedienta espera la muerte. El ángel de Dios en aquel momento le
mostró un pozo de agua, apiadándose de ella y de su hijo.
Cristo lleva la cruz, el largo camino, sin alimento ni agua
se hace terrible. Cae, quiere morir. Es en ese momento cuando su mirada se
eleva a las muchedumbres, entre ellas, María, su madre. Ella se transforma en
un pozo de agua, por ella, por su salvación Cristo sigue el camino.
Madre también nosotros necesitamos de ti, por eso te pedimos
por los enfermos, los que sufren la cárcel y la violencia, la guerra y el
hambre, para que encuentren en tu imagen el pozo de agua que alivia la sed de
paz.
VIII ESTACIÓN. JESÚS AMONESTA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN.
Aquella mañana fue llanto y dolor de las mujeres hebreas, la
orden era clara, lanzar al río Nilo a todos los hijos, el dolor fue terrible. Y
lloraron y clamaron a Dios.
María como aquellas mujeres en el camino hacia el Gólgota
también vio como arrebataban de sus brazos al hijo de sus entrañas y lo
lanzaban al río de la muerte, ella vivió antes que las mujeres de Jerusalén la
profecía anunciada por Jesús, la muerte de los hijos.
Madre, ayúdanos a vivir con serenidad la propia muerte y la
de nuestros seres amados.
IX ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.
El
decreto estaba aprobado, pronto los judíos serían exterminados por orden del
Rey Asuero. Solo Esther puede salvar a su pueblo, intercediendo por él ante su
esposo, sin embargo presentarse allí sin haber sido llamada era motivo de
muerte. Esther entró, la imagen del rey era terrible y su mirada llena de
cólera. Le miró, palideció y desmayándose cayó, sin embargo Asuerose inquietó y
la cogió del brazo, diciéndole que no moriría.
También la presencia de María cuando Jesús atormentado por
el dolor y las miradas llenas de ira y de cólera de quienes le rodean, levantó
a Jesús.
Madre apaga de nosotros toda mirada de ira y de cólera hacia
los demás.
X ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.
El vestido más precioso de una mujer son sus hijos. La madre
de los siete hermanos fue despojada uno a uno de sus hijos por mantenerse fiel
a la Ley. Lejos de mermar sus fuerzas, alentaba a todos a dar su vida por Dios.
María también fue despojada de su mejor vestido, el que
había tejido con su propia sangre en las entrañas.
Madre, queremos que tú seas nuestro vestido más preciado,
que tu amor vista nuestra vida de tu presencia y tus valores.
XI ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.
Susana fue condenada a muerte. El motivo se hallaba en el
chantaje a que fue sometida por dos viejos, quienes le amenazaron con
calumniarla sino accedía a sus proposiciones. Ella prefirió la muerte antes que
pecar. Daniel salió en su defensa y logró salvarla.
La presencia de María ante la crucifixión de Jesús nos
muestra el sí de ella a cuantos en el mundo son víctimas del odio y la
calumnia, como lo fue Jesús y siglos atrás Susana.
Madre danos fuerza para mantenernos fieles a nuestra
conciencia a pesar de las amenazas.
XII ESTACIÓN. JESÚS
MUERE EN LA CRUZ.
La ciudad se encontraba
asediada por Holofernes. Judith llena de valor y vestida de modo que ofrecía un
atractivo al general, salió de ella y se dirigió al campamento. Allí entró en
la tienda de Holofernes, se ganó la confianza y arriesgando su vida, cuando se
encontraba borracho, le cortó la cabeza.
María se une a la pasión
de Cristo hasta la cruz. Lo dejó todo para estar junto a Cristo, sin miedo a
ser condenada o maltratada por los soldados. Entro en lo profundo del mal para
unida a Cristo ser corredentora nuestra y salvarnos del enemigo que nos
amenaza: el pecado.
Madre, gracias por estar
al lado de Cristo y haber colaborado en nuestra redención.
XIII ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU
MADRE.
La promesa de Eliseo se cumplió y la sunamita dio a luz un
hijo. El niño creció. Un día fue donde su padre y le dijo que le dolía la
cabeza. El padre mandó a su criado lo llevase a su madre. Ella lo tuvo en sus
rodillas hasta el mediodía, y el niño murió. La fe en el profeta Eliseo y su
intercesión logró la resurrección del niño.
María también tuvo en sus brazos muerto el hijo prometido
por el mensajero de Dios, ella como la sunamita, esperó y confió en la poder de
Dios.
Madre, aviva en nosotros la esperanza en un Dios que puede
levantarnos de la postración a la que los problemas y sinsabores nos conducen.
XIV ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER
DÍA.
A lo largo de la Biblia muchas madres lo fueron de modo
sobrenatural. Raquel fue una de ellas. Sin embargo la acción de Dios hizo que
aquella muchacha engendrase a José y posteriormente a Benjamín. Sobre unas
entrañas incapaces de dar vida, Dios actúa y brota la vida.
En cierta forma el seno virginal de María y el sepulcro
representan ese lugar donde la vida no es posible sin la acción de Dios.
Jesucristo vino al mundo y resucitó de la muerte gracias al poder del Espíritu
Santo y María creyó y esperó en las promesas de Dios.
Madre, al concluir el via crucis te damos gracias porque
junto a ti, a Cristo y las mujeres del Antiguo Testamento hemos recorrido el
camino que conduce del dolor y la muerte a la alegría y la vida, al triunfo del
amor por encima del odio.
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