martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis con los Santos Padres.


VIA CRUCIS CON LOS SANTOS PADRES.


 


Primera estación


Jesús condenado a muerte

Del evangelio de S. Mateo:

“Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para prender a Jesús con engaño y matarlo. Comentaban, sin embargo: Durante la fiesta no, para que no haya una algarada entre la gente”.

Mt 26,3-5

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,3. Tuvieron consejo, pues, para prenderle ocultamente y matarle; pero temían al pueblo, y por eso esperaban que pasara la fiesta, diciendo: "no en el día de la fiesta". Pues el diablo no quería que Cristo padeciera en la Pascua para que no se hiciera pública su pasión. Los príncipes de los sacerdotes no lo decían por temor de Dios, es decir, porque no se agravase su pecado, cometiéndolo en este día; sino porque en todo pensaban mundanamente. Por eso que sigue: "no ocurriese acaso un tumulto en el pueblo".

¡Cuántas veces es más fuerte el que dirán que el temor a Dios! Pecamos porque preferimos la amistad de los demás al amor de un Padre que me pide no condene a mis hermanos. Señor, enséñanos a fijar toda nuestra vida no en el juicio de los hermanos, sino en el tuyo.

 

Segunda estación

Jesús con la cruz a cuestas

Del evangelio de S. Juan:

Tomaron, pues, a Jesús, que, cargando con su cruz salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota.

Jn 19, 16b.-17

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Como para ellos era la cruz objeto de ignominia, no consentían ni aun el tocarla, y la cargaron sobre Jesús como reo. Y sigue: "Y llevando la cruz a cuestas", etc. Así sucedió con el que le prefiguró, porque Isaac cargó sobre sí la leña, pero entonces no se llegó más que hasta lo que quiso demostrar la voluntad del Padre; pero ahora tuvo cumplido efecto, pues era la realidad.

Isaac cargó con la leña, pero fue liberado de la muerte. Jesús sin embargo tuvo que ser sacrificado. ¿Y nosotros? Por Él también seremos liberados del cuchillo mortal. Señor, cargaste con la cruz y te sacrificaste por mí, por mis hermanos. Ellos, los que me rodean han sido liberados de la muerte con el precio de tu sangre.

 

Tercera estación

Jesús cae por primera vez bajo la cruz

 

Del Evangelio de S. Mateo:

Entonces fue Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dijo a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.

Mt 26, 26-38

 Remigio. Cuando el Señor oró en el monte, nos enseñó en su oración a rogar al Señor por las cosas del cielo. Y cuando oró en Getsemaní, nos enseñó que procuremos perseverar humildes en la oración.

Y sin embargo nosotros ante las caídas olvidamos la oración. Apenas cinco minutos y nos cansamos. Dios no nos escucha, pensamos. Señor, ayúdanos a seguir tu ejemplo, a orar sin desfallecer cuando la cruz y la caída sea más violenta.

 

 

Cuarta estación

Jesús encuentra a su santísima Madre

Del Evangelio de S. Lucas:

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: Y a ti misma, una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.

Lc 2,34-35

Beda. En ninguna historia se lee que la Santísima Virgen María muriera herida por alguna espada, especialmente cuando, no el alma, sino el cuerpo es quien puede ser atravesado por el hierro. Por tanto, debemos entender que la espada que traspasó su alma fue aquélla de que se dice: "Y la espada en los labios de ellos atravesó su alma" (Ps 58,8), esto es, refiriéndose al dolor de la Virgen por la pasión del Señor. La cual, aun cuando aparecía que Jesucristo moría por voluntad propia (como Hijo de Dios) y aun cuando no dudase que habría de vencer a la misma muerte, sin embargo, no pudo ver crucificar al Hijo de sus entrañas sin un sentimiento de dolor

¿Y nosotros? ¿Como María estamos dispuestos a compartir el destino de Cristo o como el pueblo a mantenernos al margen del camino? Madre, ayúdanos a vivir la vida de fe no como especadores sino como protagonistas que comparten la cruz de tu Hijo y tus hijos, los que sufren.

 

Quinta estación

Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

Del Evangelista San Lucas.

Cuando le llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que regresaba del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.

Lc 23,26

Beda. Simón quiere decir obediente, y Cirene, heredero, en cuyos nombres se designa al pueblo gentil, que en otro tiempo era sólo peregrino y forastero de los testamentos, pero ahora se ha convertido en heredero de Dios por su obediencia

¡Cuántas personas nos han ayudado a llevar nuestra cruz! ¡Y siguen a nuestro lado! Señor, te pedimos por ellas, por esos nombres que Tú conoces, Cirenos que hacen más ligera la cruz de nuestra vida.

 

 

Sexta estación

La Verónica enjuga el rostro a Jesús


Del salmista:

Como anhela la cierva los arroyos

así te anhela mi ser, Dios mío.

Mi ser tiene sed de Dios,

del Dios vivo;

¿cuándo podré ir a ver

el rostro de Dios?

Sal 32,2-3

San Jerónimo, Homilía a los recién bautizados, sobre el salmo 41 (CCL 78, 542-544) ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Ahora ya han conseguido lo que deseaban: han llegado a la presencia de Dios y se han acercado al altar y tienen acceso al misterio de salvación.

 Y ella lo consiguió. Como nosotros en este camino, al contemplar y meditar las estaciones del via crucis nos hallamos en la presencia de Dios. Señor, que al contemplarte en la eucaristía saciemos la sed más profunda que anida en nuestro corazón.

 

 

Séptima estación
Jesús cae por segunda vez

Del profeta Isaías:

En ti Yahvé me cobijo,

¡nunca quede defraudado!

¡Líbrame conforme a tu justicia,

tiende a mí tu oído, date prisa!

Salmo 31

S. Juan Crisóstomo. Ecl.2. Por medio de su Palabra, Dios habla al hombre. Por medio de palabras, mentales o vocales, nuestra oración toma cuerpo. Pero lo más importante es la presencia del corazón ante Aquél a quien hablamos en la oración. "Que nuestra oración se oiga no depende de la cantidad de palabras, sino del fervor de nuestras almas"

¿Cómo es mi oración? Jesús nos enseña a orar con fervor, con el corazón puesto en Dios. No importa las caídas si ellas son ocasión para que levantemos la mirada hacia el Padre. Señor, que sepa abandonarme en ti, con todo mi corazón.

 

Octava estación

Jesús amonesta a las mujeres de Jerusalén


Del Evangelio de S. Lucas:

Lo seguía una gran multitud de pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotros y por vuestros hijos.

Lc 23,27-28

Teófil. Lloraban también las mujeres por compasión. El que ha de padecer para triunfar, no debe ser llorado, sino más bien aplaudido. Por esto les prohibe que lloren. Prosigue, pues: "Mas Jesús, volviéndose hacia las mujeres, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí".

El camino de la cruz lo vivimos no desde el fracaso de un hombre bueno, sino desde el triunfo del Hijo de Dios. Es el gozo de hallar a quien fue capaz de cumplir la voluntad del Padre, abandonándose totalmente a Él. Señor ayúdanos a asumir con serenidad el sufrimiento de la vida, como camino que conduce a tener sólo a Dios como valor.

 


Novena estación

Jesús cae por tercera vez bajo la cruz

Del evangelio de S. Mateo:

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.

Mt 11,28-29

 San Hilario, in Matthaeum, 11. ¿Y cuál es este yugo más suave y cuál esta carga más ligera? Buscar ser más considerado, abstenerse demaldades, querer el bien, odiar el mal, amar a todos, no odiar a nadie, perseguir lo eterno, no aferrarse a las cosas presentes, no querer hacer a otro lo que no se quiere para sí.

Y aún sabiéndolo caemos, dejamos que el peso de nuestro egoísmo nos impida amar a los demás como Cristo nos ama. Señor, ayúdanos a aprender de ti, a sentir el dolor de quienes caen por nuestras palabras.

 

Décima estación

Jesús es despojado de sus vestiduras.

Del Evangelio de S. Juan.

Los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron con ellos cuatro lotes, uno para cada soldado. Tomaron también la túnica que no tenía costura; estaba tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: Mejor no romperla; echemos a suertes, a ver a quién le toca.

Jn 19,24

Crisóstomo, ut supra. Dicen algunos que la túnica sin costuras, tejida de una sola pieza de arriba abajo, es la alegoría de la humanidad del crucificado enlazada con la divinidad.

Sólo cuando nos despojamos de cuanto nos ata, Dios queda ensalzado. Señor, ayúdanos a no tener miedo a liberarnos de tantas cosas superfluas y afectos interesados que nos apartan de ti.



 

Undécima estación

Jesús clavado en la cruz

Del evangelista S. Lucas:

Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto a los malhechores, uno a la drecha y otro a la izquierda. Jesús decía:Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Lc 23, 33-34

Crisóstomo in Cat Graec. Patr. Como el Señor había dicho, rogad por los que os persiguen, lo llevó a la práctica en cuanto subió a la cruz. Por esto sigue: (Mt 5,44) "Mas Jesús decía: Padre, perdónalos". No porque El no podía perdonar, sino para enseñarnos a rogar por los que nos persiguen, no sólo con la palabra, sino también con la obra.

Pienso en esas personas que me han hecho daño durante mi vida. Y rezo. ¡Padre, perdónalos, porque no sabían lo que hacían! Y te pido perdón por las veces que he causado daño a mi hermano, porque no sabía lo que significa amar al otro como tú le amas.

 

 

Duodécima estación

Jesús muere en la cruz

 

Del evangelio de S. Juan:

Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Jn 19,30

Teofilacto. El Señor entregó su espíritu a Dios Padre, dándonos a entender que las almas de los Santos no permanecen en los sepulcros, sino que van a las manos del Padre de todos.

Este es nuestro destino y ha sido el destino de quienes nos precedieron. Todo se cumple cuando el alma, después de haber experimentado durante su vida la compasión de los suyos, se entrega en las manos del Padre. Señor, en el momento de mi muerte sienta la cercanía de tus manos, tu Palabra y Espíritu.

 

 

Decimotercera estación

Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre

Del Evangelio de San Mateo:

José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue.

Mt 27,59-60

San Jerónimo. Es colocado en un sepulcro nuevo para que no se creyera que después de la resurrección había resucitado uno cualquiera de los demás cuerpos que allí descansaban. También puede significar este sepulcro nuevo las entrañas virginales de María

Y en María depositamos también nuestros cuerpos cansados, muertos por los pecados cometidos. Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, te rezamos, por quienes cada día al descansar depositamos nuestros sueños y fracasos en tu regazo maternal.

 

Decimocuarta estación

Jesús es puesto en el sepulcro

Del Evangelio de San Juan.

En el lugar donde Jesús había sido crucificado había un huerto, y en el huerto  un sepulcro nuevo en el que aún no había sido depositado nadie. Pusieron allí a Jesús.

Jn 19,41-42

Teofilacto. Este sepulcro nuevo es una figura mística de que la sepultura de Jesús es nuestra restauración sobre las ruinas de la muerte y de la corrupción. Observad la gran pobreza con que el Señor fue enterrado, pues el que en su vida no tuvo casa, en su muerte es enterrado en sepulcro ajeno, cubriendo José su desnudez.

Y Él permanece en la pobreza de nuestra persona, ese sepulcro donde sabemos que habita. ¡Señor, que cada día al penetrar en las entrañas de mi corazón te descubra!

 

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