martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis de Benissuera


I ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.

Del Evangelio de San Lucas:

Entonces Pilato decretó que se hicieron lo que pedían. Así que les dejó libre al que tenía preso por motín y homicidio, al que pedían, y a Jesús lo entregó a su arbitrio.

Cristo ama y por eso asume la muerte, porque como él mismo nos recuerda, si el grano de trigo no muere no da fruto.

Amar es sufrir con y por el otro. Los esposos dejan atrás el hogar paterno para formar una familia, la renuncia, la muerte a uno mismo será un componente esencial.

Gracias Jesús por los que cada día renuncian a sí mismos por amor.

 

 

II ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.

Del Evangelio de San Mateo:

Terminada la burla, le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos. Después lo sacaron para crucificarlo.

Y Cristo carga con la cruz, es su cruz. Y carga con dignidad, a pesar de las torturas que ha sufrido, la acepta como parte de su existencia.

Cónyuge es el que carga con el yugo. El matrimonio es asumir el peso de la convivencia, caminar juntos.

Gracias Jesús por los novios que cada año se casan por la Iglesia y las parejas que aceptan el don de los hijos.

 

III ESTACIÓN. JESÚS CAE Y SE LEVANTA POR PRIMERA VEZ.

De la Primera Carta del Apóstol Pedro:

Él llevó en su propio cuerpo nuestros pecados sobre la cruz para que, muertos para el pecado, vivamos para la justicia: por sus heridas hemos sido curados.

Cristo se hizo hombre en todo, menos en el pecado. Él cayó al comenzar el camino de la cruz para enseñarnos a asumir las caídas y a levantarnos.

Y llegan las primeras dificultades y todo se hunde. El niño llora y las noches se hacen largas y no saben que hacer ya. ¿Se habrán equivocado de camino? Jesús, te pedimos por las parejas que experimentan las primeras crisis.

 

IV ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.

Del Evangelio de San Lucas:

Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:  a ti una espada te atravesará el corazón.

Y María salió al encuentro de Jesús en el camino de la cruz. En los momentos de dificultades, cuando todos y todo se vuelve en contra, aparece la Madre. En silencio.

Nadie mejor que la mujer para comprender el sufrimiento y el dolor, ella que desde la adolescencia tiene que cargar con la cruz. El hombre se cree fuerte  y sin embargo en el hogar es ella sobre la que descargan los problemas y descansa el mismo hombre y los hijos.

Jesús, al meditar esta estación, te pedimos por las mujeres, por las esposas, por nuestras madres, ellas pintaron de color las noches de nuestra infancia.

 

V ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.

Del Evangelio de San Marcos:

Pasaba por allí de vuelta del campo un tal Simón de Cirene (padre de Alejandro y Rufo), y lo forzaron a cargar con la cruz.

La vida es dura, crecen y siempre hay cruces que llevar, pero en el camino están los padres, los cireneos que escuchan, animan y cargan con las cruces de los hijos.

Jesús, al meditar esta estación, te pedimos por los hogares cristianos, para que sean lugar donde todos encuentren una mano tendida.

 

VI ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.

Del libro del Profeta Isaías:

Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores, avezado al sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y desestimado.

Y nuevo surge en la Via Dolorosa una mujer. Verónica no tiene miedo a quedar impura por tocar la sangre y por tanto impedida de participar en la Pascua.

El padre tiene Alzeimer. No habla, grita. No sabe quien es.Y sin embargo, ella y él lo cuidan con mimo. Le abrazan y con paciencia le limpian.

Jesús, al meditar esta estación, te damos gracias por tantos y tantos esposos que en nuestros pueblos han tratado con mimo y cariño a sus padres ancianos, dementes, postrados durante años en la cama.

 

VII ESTACIÓN. JESÚS CAE Y SE LEVANTA POR SEGUNDA VEZ.

De la Primera Carta a los Corintios:

Nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos.

Y Cristo cae de nuevo, el camino parecía más llevadero. Es entonces cuando cae. Es humano, la confianza es muchas veces la piedra que nos hace tropezar y caer.

El tiempo pasa, los hijos van creciendo y el amor estancándose.  Las piedras se van acumulando. Un día el río se desborda, las aguas estancadas anegan el hogar. Pero el diálogo y el amor es capaz de purificarlas.

Jesús, al contemplar esta estación, te pedimos por aquellas parejas cuyo amor se ha convertido en rutinario y no han quemado los pequeños disgustos de cada día.

 

VIII ESTACIÓN. JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN.

Del Evangelio de San Lucas:

Vecinas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotros y por vuestros hijos.

¡Cuánto gusta a la gente llorar por las desgracias ajenas! Estas mujeres lloran, son sensibles, palabras y lágrimas, pero ninguna de ellas entra en el camino del dolor.

Ellas hablan y murmuran y en más de una ocasión se acercan a la madre y le comentan: “pobra, ma que t’ha pasat feta, si a mi m’havera pasat no se que faria, la veritat es que valdría la pena que es morira el teu xiquet, aixina descansarieu, tú, el teu home i els teus fills”. Y la madre las mira como Cristo, con pena.

Jesús, al contemplar esta estación, te damos gracias por tantas familias que acogen en sus hogares a un hijo enfermo.

 IX ESTACIÓN. JESÚS CAE Y SE LEVANTA POR TERCERA VEZ.

Del libro del Profeta Isaías:

Era maltratado, y no se resistía ni abría su boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante sus esquiladores, no abría la boca.

Y Jesús que se ha recorrido este camino derramando no sólo sangre sino gotas inmensas de amor por nosotros, cae cerca del Gólgota. Sin embargo el amor es más fuerte y por amor llegará hasta el final.

Y se hunde, se hunde porque se ha muerto un hijo. Esta piedra, si se cruza en el camino. Él llora, ella también. Se encierran en sí mismos. No quieren vivir. Sin embargo, no todo está perdido, les queda el amor.

Jesús, al contemplar esta estación, te pedimos por aquellos padres que han sufrido la muerte de un hijo o hija, dales fortaleza para levantarse y seguir creyendo en la vida, en ti.

 

X ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.

Del Evangelio de San Mateo:

Después de crucificarlo se repartieron a suertes sus vestidos y se sentaron allí custodiándolo.

Desnudo nació y desnudo murió. Totalmente despojado. Su túnica a cambio de la cruz, su cinturón por las cuerdas, su capa por los clavos.

El tiempo pasa, los dos se hacen mayores.Y han de despojarse de la agilidad, de la memoria, las aptitudes, de todo. Se han vuelto niños, niños a los que los hijos desnudan y con amor filial limpian y cuidan.

Jesús, al contemplar esta estación, queremos darte gracias por los ancianos del arciprestazgo.

XI ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.

Del Evangelio de San Juan:

Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y en medio Jesús.

Y es crucificado a su cruz. Es todo un signo de coherencia de vida. Fue siempre para Dios y para los demás .

Y ellos se miran. Es tan grande el amor que siente el uno al otro que viven crucificados, el uno con el otro. Y los hijos lo saben y agradecen a Dios el testimonio de amor y sacrificio que los dos les han enseñado.

Jesús, al contemplar esta estación te pedimos por todos los esposos, para que les concedas la gracia de envejecer juntos.

XII ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.

Escuchemos las Siete Palabras que Jesús pronunció desde la cruz.

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

En verdad, en verdad te digo. Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Mujer, eh ahí a tu hijo. Hijo, eh ahí a tu Madre.

Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado?

¡Tengo Sed!

Todo está cumplido.

Padre en tus manos encomiendo mi espíritu.

Y Jesús muere, en la cruz sólo palabras de amor y confianza. Es el final de una vida, un amor que alcanzó la meta al entregar su vida en las manos del Padre.

Los últimos días han sido tristes pero marcados por constantes lecciones, lecciones de paciencia con la enfermedad, de valentía ante el dolor, de amor crucificado, amor desde la cruz de la agonía.

Jesús, en este momento de silencio, te pedimos por nuestros familiares difuntos.

 

XIII ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU MADRE.

De la Carta de San Pablo a los Colosenses:

Quiso el Padre que habitase en Cristo toda la plenitud y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas.

Y María acoge al hijo muerto, en brazos llora su muerte, pero espera, espera el tercer día.

Y siempre nos quedará el recuerdo de nuestros padres. En nuestra vida hay un abrazo que jamás se borra, el de nuestra madre cuando éramos pequeños, ese abrazo lleno de ternura y amor.

Jesús, en esta estación, te pedimos por las madres que en estos momentos tienen en sus brazos a su hijo o hija muerto a causa de las enfermedades, accidentes de tráfico, violencia.

 

 

XIV ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER DÍA.

Del Evangelio de San Lucas:

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado.

No, no queremos acabar el via crucis en la sepultura. En aquel huerto, donde había excavado un sepulcro Cristo no sólo fue enterrado, sino que resucitó para caminar con nosotros.

No busquéis entre los muertos al que está vivo, porque Cristo sigue vivo y su mirada se trasparenta detrás de la de un hombre y una mujer que se ama, la de un hijo de comunica a sus padres el deseo de ser sacerdote y ellos llenos de gratitud le miran, la de una hija que ha optado por entregar su vida a Dios y a los demás y ser religiosa, la de tantos ancianos que sentados en las plazas irradian ternura y bondad, mientras recuerdan su infancia. Cristo sigue vivo en las iglesias y en las calles. Cristo sigue vivo en aquellos que cada día toman su cruz y le siguen, en ti y en mí, sólo tienes que abrir tus brazos al amor y tomarlo sobre tus hombros y sentirás que no estás sólo, el Amor te lleva la carga del Amor. Y en esta noche sigue vivo en Luis Torró y los seminaristas que mañana dirán sí, acogiendo el ministerio del diaconado, entregándose al servicio de la Iglesia.

Jesús al concluir este via crucis solamente tenemos una palabra, gracias por caminar cada día con nosotros, alentándonos como María, llevando nuestra cruz como Simón de Cirene y limpiando nuestro rostro como Verónica.

 

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