martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis junior comprometido con la sociedad


VIA CRUCIS JUNIOR: COMPROMETIDOS CON LA SOCIEDAD
 

Primera estación: Jesús condenado a muerte

De la Primera Carta de San Pedro.
Cuando era insultado no respondía con injurias, sino que aguantaba el sufrimiento sin amenazas de venganza y se ponía en manos de Dios, que juzga con justicia (1 Pe 2, 23-24).
Vino a ser uno con los excluidos y pasó por uno de ellos. Detenido fue llevado ante los tribunales y sentenciado a muerte.
También nuestro compromiso con Cristo y la Iglesia nos lleva a comprometernos con los que no cuentan para nuestra sociedad.
Así el junior se compromete a transformar el mundo, acogiendo en el centro a quienes son rechazados en otros ámbitos.
 

Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas

De la carta a los Filipenses.
A pesar de su condición divina, no quiso hacer de ella ostentación. Se despojó de su grandeza, tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres (Flp 2, 6-7).
Cristo se identifica con el hambriento, el enfermo, el desnudo, el que carece de hogar, de tantos hambrientos no sólo de pan sino de alguien que cargue con su cruz, les ame. Y Cristo se acerca a su cruz para saciar este hambre.
Sin la cruz no hay acción social, no se trata de ayudarla a llevarla sino de caminar con quienes sufren.
Y esa cruz tiene nombre, tenemos que abrir los ojos y ver en nuestro barrio o pueblo a  las personas que andan por la calle llevando la cruz de la soledad.

 

Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la cruz

Del profeta Isaías.
Como un hombre ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y desestimado (Is 53,3).
Jesús cae con los que caen en nuestro tiempo: con ese drogadicto que lo ha intentado cientos de veces y sigue en el fango de la droga.
Un joven se quejaba de su padre a la madre Teresa de Calcuta: nunca me miró a los ojos. A veces los que están cerca comparten nuestro dolor, pero ¿realmente les miramos a los ojos?
Llenar de alegría la ciudad es muchas veces tender la mano al que ha caído, a la persona que hundida nos pide ayuda.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su santísima Madre

Del libro del Cantar de los Cantares:
El amor es más fuerte que la muerte (Ct 8,6).
María sale al encuentro de Cristo, ella siempre está al lado con Cristo. Su compromiso con Él le lleva al compromiso con los que se identifica Cristo.
Nuestra casa ha de ser como la casa de María de Nazaret: un lugar para acoger a los otros y acompañarles, especialmente a los que nadie acepta.
Y nuestro Centro Junior también ha de ser como el hogar de María, un lugar donde los niños, especialmente los de familias con menos recursos, se sientan queridos y amados.
 

Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

De la carta a los Gálatas:
Ayudaos mutuamente a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal 6,2).
Cristo se deja amar por el Cireneo y sigue dejándose amar por tantas personas que salen al encuentro de los que sufren.
Elegir a Cristo es caminar por la única vía posible. No hay dos caminos, uno sólo, si queremos seguirle, el de aquellos que ayudan a llevar la cruz a los que sufren la crisis, son abandonados, están enfermos, nadie les ama.
Rezamos en la oración junior: “por el camino que tú me marques” y este camino es el de los que andan por la vida sin nadie que les ayude a llevar su cruz.
 

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús

Del salmista:
Busco tu rostro, Señor, no me escondas tu rostro (Sal 27,8).
Ella fue capaz de descubrir a Dios entre la multitud. No lo encontró en el poder de Poncio Pilato ni en el decadente de Caifás y Anás, ni en el hipócrita cumplimiento de la ley de los escribas y fariseos, sino en un hombre condenado por blasfemo. Él era Dios y limpió su rostro, manchado por el poder, el ritualismo y la hipocresía.
Y nosotros, ¿somos capaces de ver el rostro de Dios en el mendigo, el embriagado, el enfermo mental, el pequeño, el embrión con malformaciones, condenado a muerte, en el paralítico, en el preso, en el anciano,...?
Ver el rostro de Dios en el hermano, ese ha de ser nuestro principio de vida, ser capaces en la actividad, la convivencia o el campamento, de enjugar el rostro de los que lloran, aunque callen y no nos lo digan.

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez

Del salmista:
Mi garganta está seca como una teja, le lengua se me pega al paladar: me has reducido a polvo inanimado (Sal 22,16).
Cuenta el hermano Roger como una vez vió en Balgladesh a un niño en cuclillas en el suelo, con un bebé en un brazo y tratando de levantar al segundo. Cuando logró enderezarse con los dos, se desplomó. Y nos preguntamos como en Austwich: ¿dónde estaba Dios? La respuesta nos la ofrece esta estación.
¿Tenemos conciencia de que a nuestro alrededor, tal vez en el piso contiguo, viven seres humanos?  Cristo sigue cayendo a nuestro lado.
Podemos ser junior a tiempo parcial o a tiempo completo. Los primeros son los que sólo dedican unas. Los segundos son los que se inclinan ante el hermano que sufre, los que se desviven por los demás en todo momento.

Octava estación: Jesús amonesta a las mujeres de Jerusalén

Del profeta Zacarías:
Al mirarme traspasado por ellos mismos, llorarán como se llora a un primogénito (Zac 12,10).
Ellas no salieron de sí mismas, lloraban porque era costumbre acompañar a los condenados a muerte con llantos.
También hay personas que se dejan llevar por la moda y así sólo son solidarias cuando corresponde, su corazón va a golpe de campaña televisiva: navidad, Haití,... Después dejan de llorar y compartir, volviendo a sus casas, a su mundo, con el mismo corazón.
Nuestro compromiso con los necesitados no puede centrarse solamente en organizar a lo largo del curso determinadas campañas.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez bajo la cruz

 De la carta a los colosenses:
Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia.
Contaba una religiosa a la Madre Teresa de Calcuta: trajeron a un hombre que había caído en una cloaca, donde permaneció algún tiempo. Estaba cubierto de heridas, suciedad y gusanos. Mientras lo limpiaba, sentía que tocaba el cuerpo de Cristo.
Estamos meditando el via crucis, después participaremos de la misa, pero ¿seremos capaces de reconocerle en el hermano que se acerca?, ¿en el transeúnte que llama a la puerta?
Para la gente el inmigrante, el no nacido no deseado, el enfermo terminal, el conflictivo, el transeúnte,... son personas que no merecen ser valoradas, y para nosotros. ¿Pertenecer al movimiento junior ha cambiado nuestra mirada?

Décima estación: Desnudan a Jesús, y le dan de beber hiel.

Del salmista:
Ellos me observan y me miran, se reparten entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica (Sal 22, 28-19).
Despojado de todo porque otros querían tenerlo. Un Dios sin nada es el que triunfa en la cruz.
También hoy despojamos a los pobres y a la naturaleza de lo que le pertenece. ¡Cuántas guerras en África para despojarles de los minerales! ¡Cuantos caladeros esquilmados por nuestros barcos en el continente africano! Si, hoy Cristo es despojado en el interior y en las costas africanas, para saciar la avaricia de los países ricos. ¿Y el pueblo africano? condenado a muerte, tratado como un ladrón.
Fue un hito en la historia de Juniors moviment diocesà. Nos despojamos de nuestro dinero, ocho de nosotros se despojaron de su familia, las comodidades de nuestra tierra e incluso de la salud y marcharon a Togo para vestir a los jóvenes del movimiento Coeurs Vaillants y no fue así, pues regresaron a nuestros centros vestidos con el vestido de los africanos: la fe profunda, la generosidad, la alegría de los niños, el dinamismo de las iglesias africanas, Dios vivo allí.

Undécima estación: Jesús clavado en la cruz

Del evangelista S. Lucas:
Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43).
Clavado en la cruz junto a dos malhechores, dos hombres condenados a muerte por haber cometido un delito. Son los que no tienen lugar en la ciudad, ni siquiera en los caminos, al margen, en su nacimiento y en su muerte.
Y ser verdaderamente cristiano es aceptar realmente a Cristo, es hacerse otro Cristo para los demás.
Uno de nuestros ritos es la entrega de la cruz, podemos quedarnos con el mero ritualismo o descubrir y acoger en la cruz a los que sufren, aceptarla cruz, siendo profetas de nuestro tiempo, voz de los sin voz.

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz

Del evangelio de San Marcos:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado (Mc 15,34).
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, en su muerte experimentó, se hizo uno con los niños que mueren en África, los millones de hombres y mujeres que sufren la explotación laboral y sexual, con esas miradas perdidas de quienes son víctimas de la guerra, las mafias, las hambrunas, los desastres naturales.
Y si ellos han muerto, no es porque Dios no se cuide de ellos, sino porque ni tú ni yo hemos sido instrumentos de amor en manos de Dios para darles el pan y el vestido que necesitaban. Así lo denunciaba la Madre Teresa de Calcuta.
Rezamos: “me enseñes a compartir el pan de la amistad”, pero ¿realmente estamos dispuestos a compartirlo con el inmigrante rechazado por todos, con el niño diferente a los demás, con el excluido?

Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre

Del evangelio de San Lucas:
He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38).
María acogió a Cristo muerto, un Dios que nada le ofrecía, ni siquiera una mirada de afecto, un cuerpo frío al que la Madre trataba de dar calor y todo porque un día, con otras palabras dijo Sí a Dios y se identificó con los esclavos, los que nada tienen.
El amor no tiene límites para los cristianos. También nosotros como María hemos sido llamados a acoger a todos.
María sigue siendo modelo de junior, ella nos conduce a Cristo, un Cristo que no es sólo juego y canto, sino también silencio, el silencio de quienes mueren sin que nadie llore su muerte.

Decimocuarta estación: Jesús es puesto en el sepulcro

De la carta a los Romanos:
Injertados en Cristo y partícipes de su muerte, hemos de compartir también su resurrección (Rm 6,5).
Fue el sí de Dios a Cristo y en Él a cuantos mueren ante la indiferencia de los que han puesto su corazón en el bienestar. Todo tiene sentido desde la Resurrección.
Un día nosotros resucitaremos y Dios nos preguntará si fuimos capaces de reconocerle en el hambriento, el desnudo, el inmigrante,...
Morir para que los otros vivan, ese es nuestro camino. Morir para que los niños tengan unos valores diferentes, resumidos en el lema, la ley, la oración y los principios de vida, morir para  que resuciten los que no cuentan para la sociedad pero son los preferidos por Cristo, pues con ellos se identificó en la cruz.
 

Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos Que  por tu santa cruz nos redimiste.

 

Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu hijo, muerto en la cruz,  concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo.

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