VIA CRUCIS CON SAN AGUSTÍN
Primera estación
Jesús
condenado a muerte
Del evangelio de S. Mateo:
“Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se
reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de
acuerdo para prender a Jesús con engaño y matarlo. Comentaban, sin embargo:
Durante la fiesta no, para que no haya una algarada entre la gente”.
Mt
26,3-5
San Agustín
ut supra. O bien, temían que si todos creían en Cristo no quedase nadie para
defender la ciudad y el templo de Dios contra los romanos, porque bien sabían
que la doctrina de Cristo era contraria al mismo templo y a las leyes de sus
antepasados. Temían, pues, perder los bienes temporales, y nada les importaba
perder la vida eterna, en que no pensaban. Pero a pesar de todo esto,
finalmente los romanos, después de la pasión y de la resurrección del Señor,
hicieron desaparecer la ciudad, destruyéndola.
Señor, ayúdanos a no tener miedo de dar la cara por
mis hermanos, los que en las tertulias son criticados, muchas veces
injustamente, siempre con falta de compasión, misericordia y caridad.
Segunda estación
Jesús con la
cruz a cuestas
Del
evangelio de S. Juan:
Tomaron, pues,
a Jesús, que, cargando con su cruz salió hacia el lugar llamado Calvario, que
en hebreo se dice Gólgota.
Jn 19, 16b.-17
San Agustín,
in Ioannem, tract., 117. ¡Gran espectáculo y a los ojos de la impiedad gran
escarnio! Pero a los de la piedad grande misterio. Ríe la impiedad, viendo al
rey llevar por cetro la cruz de su suplicio; ve la piedad al rey llevando a
cuestas la cruz en que ha de ser clavado; cruz que había de fijarse hasta en la
frente de los reyes; cruz objeto de desprecio para los impíos, y en la que
habían de gloriarse los corazones de los Santos. Llevándola sobre sus hombros,
la sublimaba como antorcha que ardía sobre el candelabro, y no había de
ocultarse bajo el celemín.
Señor, ayúdanos a cargar con tu cruz, la que nos lleva
a que los demás vean en nosotros personas creyentes que aman a tu esposa, la
Iglesia y asumen con amor filial sus pecados.
Tercera estación
Jesús cae por
primera vez bajo la cruz
Del Evangelio de S. Mateo:
Entonces
fue Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dijo a los discípulos:
Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos
de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: Mi alma
está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.
Mt 26, 26-38
San
Agustín, quaestiones evangeliorum
2,47. No será absurdo entender también que Jesús oró tres veces en razón a las
tres tentaciones que sufrió; porque así como la tentación del deseo es de tres
maneras, lo mismo es triple la tentación del temor. El miedo de la muerte se
opone al apetito que existe en la curiosidad, porque así como hay cierta avidez
en este apetito de conocer todas las cosas, así en la muerte se encuentra el
miedo de perder su conocimiento. Al apetito del honor o alabanza se opone el
temor de la ignominia y afrentas; y al apetito del placer, el temor del dolor.
Señor, que podamos vencer las tentaciones de no creer
en ti.
Cuarta estación
Jesús
encuentra a su santísima Madre
Del Evangelio de S. Lucas:
Simeón
los bendijo y dijo a María, su madre: Y a ti misma, una espada te atravesará el
alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.
Lc 2,34-35
San Agustín,
de quaest. novi et veteris Testamenti, cap. 73. Acaso significó en esto que
también María (por quien se había realizado el misterio de la encarnación),
dudó con cierto estupor en la muerte de Jesús, viendo al Hijo de Dios tan
humillado y que descendía hasta la muerte. Y así como la espada cuando toca a
un hombre le hace temer, aun cuando no lo hiera, así la duda produjo en ella
tristeza, sin matarla, porque no tomó asiento en su alma, sino que la atravesó
como una sombra.
Madre, se tu en el camino de nuestra vida la mirada
serena que nos ayuda a llevar la cruz.
Quinta estación
Jesús es
ayudado por el Cireneo a llevar la cruz
Del Evangelista San Lucas.
Cuando
le llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que regresaba del campo, y
le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
Lc 23,26
San Agustín
De conc. evang. lib. 3, cap. 10. San Juan cuenta que Jesús llevaba su cruz
sobre sí, de donde se entiende que era El mismo quien llevaba su cruz, cuando
era conducido a aquel lugar que llaman Gólgota. A Simón se le encontró en el
camino, donde se le hizo llevar la cruz hasta el sitio designado.
Señor, Tú siempre vas delante. Aunque el camino sea
duro, no miramos las piedras sino a ti. Ayúdanos a fijarnos en quien ablanda
con sus pies descalzos los girones.
Sexta estación
La
Verónica
enjuga el rostro a Jesús
Del salmista:
Como anhela la cierva los arroyos
así te anhela mi ser, Dios mío.
Mi ser tiene sed de Dios,
del Dios vivo;
¿cuándo podré ir a ver
el rostro de Dios?
Sal 41,2-3
S.
Agustín. Sermon. Corre hacia las fuentes, suspira por las fuentes de agua. En
Dios está la fuente de la vida, una fuente inagotable; y su luz es una luz que
nunca se oscurece. Suspira por esta luz, por esa fuente y esa luz que tus ojos
no conocen. Cuando se ve con esta luz, se habilita tu ojo interior; cuando
bebes de esta fuente, la sed interior se inflama. Corre hacia la fuente,
suspira por la fuente; pero no de cualquier modo, no corras como cualquier
animal: corre como el ciervo. ¿Qué significa como el ciervo? No lo hagas con
lentitud; corre veloz, anhela con prontitud la fuente. Bien sabemos que el
ciervo tiene una singular velocidad.
Señor, Tú eres
la fuente que sacia nuestra sed. ¡Qué nunca nos cansemos de beber en ella, en
las fuentes de tu Palabra, la Eucaristía, los sacramentos y el hermano que nos
necesita!
Séptima estación
Jesús cae por
segunda vez
Del salmista
En
ti Yahvé me cobijo,
¡nunca
quede defraudado!
¡Líbrame
conforme a tu justicia,
tiende
a mí tu oído, date prisa!
Salmo 31
S.Agustín. Sermón. Haz así tú también,
alegrándote de las cosas que te sucedan; y cuando llegue ese día último,
alégrate. Y si se te escapa alguna fragilidad de la voluntad humana, que sea
enseguida enderezada hacia Dios, para que te encuentres entre aquéllos a
quienes se dice: Gloriaos todos los
rectos de corazón.
Señor. Que experimentemos en nuestas caidas la fuerza de quien nos alienta para
seguir por el camino de la rectitud.
Octava estación
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
Del Evangelio de S. Lucas:
Lo seguía una
gran multitud de pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban
por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por
mí; llorad más bien por vosotros y por vuestros hijos.
Lc 23,27-28
S. Agustín. Sermón. ¿Cómo no va a reinar
el que sea encontrado justo en la vida de Dios, si, cuando era pecador, fue
buscado con la muerte de Dios para que no pereciese? Seremos salvados en la
vida de Dios, puesto que en la nuestra habíamos perecido. Pero, al oír hablar
de la vida y de la muerte de Dios, distingamos de cuál se trata y de dónde le
llega. La vida nos la aportó él a nosotros; la muerte, en cambio, la recibió él
de nosotros; no porque él la mereciese, sino en beneficio nuestro.
Señor, que tu
Palabra sea siempre un acicate para mirar con profundidad los sufrimientos de
los que nos rodean.
Novena estación
Jesús cae por
tercera vez bajo la cruz
Del evangelio de S. Mateo:
Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso
para vuestras almas.
Mt
11,28-29
San Agustín,
sermones 69,1. ¿Por qué nos cansamos todos, sino porque somos mortales, que
llevamos vasos de barro que nos ponen en tantas angustias? Pero si los vasos
frágiles de la carne nos angustian, nos desplegamos en los espacios de la
caridad. ¿A qué dice: "Venid a mí todos los que trabajáis", sino para
que no nos cansemos?
Señor, que experimentemos en nuestra fragilidad la
fuerza que viene de ti.
Décima estación
Jesús es
despojado de sus vestiduras.
Del Evangelio de S. Juan.
Los
soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron con
ellos cuatro lotes, uno para cada soldado. Tomaron también la túnica que no
tenía costura; estaba tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron:
Mejor no romperla; echemos a suertes, a ver a quién le toca.
Jn 19,24
San Agustín,.Y
añadió el Evangelista: "Toda ella", porque nadie debe ser extraño a
la caridad del todo, que se llama Iglesia Católica. Es inconsútil (sin
costuras), para que nunca se desuna, y tiende a la unidad, porque a todos reúne
en un centro. En la suerte se ve la figura de la gracia de Dios, pues no la
deciden los méritos de cada uno, sino el secreto juicio de Dios.
Señor. ¡Que valoremos ser los afortunados, los que
experimentan cada día el misterio de la cruz! Tú te despojaste para cubrir con
la túnica inconsutil de tu Iglesia nuestros pecados.
Undécima estación
Jesús clavado
en la cruz
Del evangelista S. Lucas:
Llegados
al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto a los malhechores, uno a
la drecha y otro a la izquierda. Jesús decía:Padre perdónalos, porque no saben
lo que hacen.
Lc 23, 33-34
San Agustín
de Gratia Nobis et veteris testamenti. La altura se encuentra en aquella parte
del madero que está en la parte superior del otro que le atraviesa, dejando una
parte por encima, esto es, donde llega la cabeza del crucificado. Porque la
esperanza suprema de los que esperan es buena. Y finalmente, aquella parte que
se oculta en la tierra, y de donde arranca todo lo demás, da a conocer la
profundidad de la gracia gratuita.
¡Señor que
sepamos perdonar incluso a quienes rechazan nuestro perdón!
Duodécima estación
Jesús muere en
la cruz
Del evangelio de S. Juan:
Cuando
tomó Jesús el vinagre, dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza,
entregó el espíritu.
Jn 19,30
San Agustín,
ut supra. Y porque no convenía que quedase nada por cumplir antes de su muerte.
Sigue: "E inclinada la cabeza, dio su espíritu". Concluidas todas las
cosas que debían ejecutarse, esperaba como el que tenía poder para dejar su
alma y volver a tomarla.
Señor, que nuestra vida sea un entregarla en cada
instante en las manos amorosas del Padre, el único que puede impedir se
despeche por el abismo.
Decimotercera estación
Jesús es
bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre
Del Evangelio de San Juan
Junto a
la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena. Al
ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:
«Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Jn 19, 25-27
San Agustín,
in Ioannem, tract., 119. Ahora que ya padece en su humanidad, honra con
sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es una
instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los oficios
de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra de
maestro la cruz en que estaba clavado.
Señor, que la oración de nuestras madres por nosotros,
las que viven aquí y las que se hallan junto a ti te alcance.
Decimocuarta estación
Jesús es
puesto en el sepulcro
Del Evangelio de San Juan.
En
el lugar donde Jesús había sido crucificado había un huerto, y en el
huerto un sepulcro nuevo en el que aún
no había sido depositado nadie. Pusieron allí a Jesús.
Jn 19,41-42
San
Agustín, in Ioannem, tract., 120. Así como en el seno de la Virgen María no
fue concebido otro que Jesús, así en este sepulcro, ni antes ni después, fue
enterrado nadie.
Señor, al
concluir este via crucis te ofrecemos el sepulcro de nuestra persona, para que
entres en Él y lo ilumines con la luz de la resurrección. Que tu semilla
fructifique en nosotros.