lunes, 17 de marzo de 2014


VIA CRUCIS CON SAN AGUSTÍN


 


Primera estación


Jesús condenado a muerte

Del evangelio de S. Mateo:

“Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para prender a Jesús con engaño y matarlo. Comentaban, sin embargo: Durante la fiesta no, para que no haya una algarada entre la gente”.

Mt 26,3-5

San Agustín ut supra. O bien, temían que si todos creían en Cristo no quedase nadie para defender la ciudad y el templo de Dios contra los romanos, porque bien sabían que la doctrina de Cristo era contraria al mismo templo y a las leyes de sus antepasados. Temían, pues, perder los bienes temporales, y nada les importaba perder la vida eterna, en que no pensaban. Pero a pesar de todo esto, finalmente los romanos, después de la pasión y de la resurrección del Señor, hicieron desaparecer la ciudad, destruyéndola.

Señor, ayúdanos a no tener miedo de dar la cara por mis hermanos, los que en las tertulias son criticados, muchas veces injustamente, siempre con falta de compasión, misericordia y caridad.

 

Segunda estación


Jesús con la cruz a cuestas

Del evangelio de S. Juan:

Tomaron, pues, a Jesús, que, cargando con su cruz salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota.

Jn 19, 16b.-17

San Agustín, in Ioannem, tract., 117. ¡Gran espectáculo y a los ojos de la impiedad gran escarnio! Pero a los de la piedad grande misterio. Ríe la impiedad, viendo al rey llevar por cetro la cruz de su suplicio; ve la piedad al rey llevando a cuestas la cruz en que ha de ser clavado; cruz que había de fijarse hasta en la frente de los reyes; cruz objeto de desprecio para los impíos, y en la que habían de gloriarse los corazones de los Santos. Llevándola sobre sus hombros, la sublimaba como antorcha que ardía sobre el candelabro, y no había de ocultarse bajo el celemín.

Señor, ayúdanos a cargar con tu cruz, la que nos lleva a que los demás vean en nosotros personas creyentes que aman a tu esposa, la Iglesia y asumen con amor filial sus pecados.  

  

Tercera estación

Jesús cae por primera vez bajo la cruz

 

Del Evangelio de S. Mateo:

Entonces fue Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dijo a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.

Mt 26, 26-38

 San Agustín, quaestiones evangeliorum 2,47. No será absurdo entender también que Jesús oró tres veces en razón a las tres tentaciones que sufrió; porque así como la tentación del deseo es de tres maneras, lo mismo es triple la tentación del temor. El miedo de la muerte se opone al apetito que existe en la curiosidad, porque así como hay cierta avidez en este apetito de conocer todas las cosas, así en la muerte se encuentra el miedo de perder su conocimiento. Al apetito del honor o alabanza se opone el temor de la ignominia y afrentas; y al apetito del placer, el temor del dolor.

Señor,  que podamos vencer las tentaciones de no creer en ti.

 

Cuarta estación


Jesús encuentra a su santísima Madre

Del Evangelio de S. Lucas:

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: Y a ti misma, una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.

Lc 2,34-35

San Agustín, de quaest. novi et veteris Testamenti, cap. 73. Acaso significó en esto que también María (por quien se había realizado el misterio de la encarnación), dudó con cierto estupor en la muerte de Jesús, viendo al Hijo de Dios tan humillado y que descendía hasta la muerte. Y así como la espada cuando toca a un hombre le hace temer, aun cuando no lo hiera, así la duda produjo en ella tristeza, sin matarla, porque no tomó asiento en su alma, sino que la atravesó como una sombra.

Madre,  se tu en el camino de nuestra vida la mirada serena que nos ayuda a llevar la cruz.

  


 


Quinta estación


Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

Del Evangelista San Lucas.

Cuando le llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que regresaba del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.

Lc 23,26

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 10. San Juan cuenta que Jesús llevaba su cruz sobre sí, de donde se entiende que era El mismo quien llevaba su cruz, cuando era conducido a aquel lugar que llaman Gólgota. A Simón se le encontró en el camino, donde se le hizo llevar la cruz hasta el sitio designado.

Señor, Tú siempre vas delante. Aunque el camino sea duro, no miramos las piedras sino a ti. Ayúdanos a fijarnos en quien ablanda con sus pies descalzos los girones.

Sexta estación

La Verónica enjuga el rostro a Jesús


 

Del salmista:

Como anhela la cierva los arroyos

así te anhela mi ser, Dios mío.

Mi ser tiene sed de Dios,

del Dios vivo;

¿cuándo podré ir a ver

el rostro de Dios?

Sal 41,2-3

 

S. Agustín. Sermon. Corre hacia las fuentes, suspira por las fuentes de agua. En Dios está la fuente de la vida, una fuente inagotable; y su luz es una luz que nunca se oscurece. Suspira por esta luz, por esa fuente y esa luz que tus ojos no conocen. Cuando se ve con esta luz, se habilita tu ojo interior; cuando bebes de esta fuente, la sed interior se inflama. Corre hacia la fuente, suspira por la fuente; pero no de cualquier modo, no corras como cualquier animal: corre como el ciervo. ¿Qué significa como el ciervo? No lo hagas con lentitud; corre veloz, anhela con prontitud la fuente. Bien sabemos que el ciervo tiene una singular velocidad.

Señor, Tú eres la fuente que sacia nuestra sed. ¡Qué nunca nos cansemos de beber en ella, en las fuentes de tu Palabra, la Eucaristía, los sacramentos y el hermano que nos necesita!

 Séptima estación

Jesús cae por segunda vez

 

Del salmista

En ti Yahvé me cobijo,

¡nunca quede defraudado!

¡Líbrame conforme a tu justicia,

tiende a mí tu oído, date prisa!

Salmo 31

S.Agustín. Sermón. Haz así tú también, alegrándote de las cosas que te sucedan; y cuando llegue ese día último, alégrate. Y si se te escapa alguna fragilidad de la voluntad humana, que sea enseguida enderezada hacia Dios, para que te encuentres entre aquéllos a quienes se dice: Gloriaos todos los rectos de corazón.

Señor. Que experimentemos en nuestas  caidas la fuerza de quien nos alienta para seguir por el camino de la rectitud.

 

Octava estación

Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén


Del Evangelio de S. Lucas:

Lo seguía una gran multitud de pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotros y por vuestros hijos.

Lc 23,27-28

S. Agustín. Sermón. ¿Cómo no va a reinar el que sea encontrado justo en la vida de Dios, si, cuando era pecador, fue buscado con la muerte de Dios para que no pereciese? Seremos salvados en la vida de Dios, puesto que en la nuestra habíamos perecido. Pero, al oír hablar de la vida y de la muerte de Dios, distingamos de cuál se trata y de dónde le llega. La vida nos la aportó él a nosotros; la muerte, en cambio, la recibió él de nosotros; no porque él la mereciese, sino en beneficio nuestro.

Señor, que tu Palabra sea siempre un acicate para mirar con profundidad los sufrimientos de los que nos rodean.

 

Novena estación

Jesús cae por tercera vez bajo la cruz

Del evangelio de S. Mateo:

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.

Mt 11,28-29

San Agustín, sermones 69,1. ¿Por qué nos cansamos todos, sino porque somos mortales, que llevamos vasos de barro que nos ponen en tantas angustias? Pero si los vasos frágiles de la carne nos angustian, nos desplegamos en los espacios de la caridad. ¿A qué dice: "Venid a mí todos los que trabajáis", sino para que no nos cansemos?

Señor, que experimentemos en nuestra fragilidad la fuerza que viene de ti.

Décima estación

Jesús es despojado de sus vestiduras.

Del Evangelio de S. Juan.

Los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron con ellos cuatro lotes, uno para cada soldado. Tomaron también la túnica que no tenía costura; estaba tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: Mejor no romperla; echemos a suertes, a ver a quién le toca.

Jn 19,24

San Agustín,.Y añadió el Evangelista: "Toda ella", porque nadie debe ser extraño a la caridad del todo, que se llama Iglesia Católica. Es inconsútil (sin costuras), para que nunca se desuna, y tiende a la unidad, porque a todos reúne en un centro. En la suerte se ve la figura de la gracia de Dios, pues no la deciden los méritos de cada uno, sino el secreto juicio de Dios.

Señor. ¡Que valoremos ser los afortunados, los que experimentan cada día el misterio de la cruz! Tú te despojaste para cubrir con la túnica inconsutil de tu Iglesia nuestros pecados.

Undécima estación

Jesús clavado en la cruz

Del evangelista S. Lucas:

Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto a los malhechores, uno a la drecha y otro a la izquierda. Jesús decía:Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Lc 23, 33-34

San Agustín de Gratia Nobis et veteris testamenti. La altura se encuentra en aquella parte del madero que está en la parte superior del otro que le atraviesa, dejando una parte por encima, esto es, donde llega la cabeza del crucificado. Porque la esperanza suprema de los que esperan es buena. Y finalmente, aquella parte que se oculta en la tierra, y de donde arranca todo lo demás, da a conocer la profundidad de la gracia gratuita.

¡Señor que sepamos perdonar incluso a quienes rechazan nuestro perdón!

Duodécima estación

Jesús muere en la cruz

 

Del evangelio de S. Juan:

Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Jn 19,30

San Agustín, ut supra. Y porque no convenía que quedase nada por cumplir antes de su muerte. Sigue: "E inclinada la cabeza, dio su espíritu". Concluidas todas las cosas que debían ejecutarse, esperaba como el que tenía poder para dejar su alma y volver a tomarla.

Señor, que nuestra vida sea un entregarla en cada instante en las manos amorosas del Padre, el único que puede impedir se despeche por el abismo.

 

Decimotercera estación

Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre

Del Evangelio de San Juan

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Jn 19, 25-27

San Agustín, in Ioannem, tract., 119. Ahora que ya padece en su humanidad, honra con sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es una instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los oficios de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra de maestro la cruz en que estaba clavado.

Señor, que la oración de nuestras madres por nosotros, las que viven aquí y las que se hallan junto a ti te alcance.

 

Decimocuarta estación

Jesús es puesto en el sepulcro

Del Evangelio de San Juan.

En el lugar donde Jesús había sido crucificado había un huerto, y en el huerto  un sepulcro nuevo en el que aún no había sido depositado nadie. Pusieron allí a Jesús.

Jn 19,41-42

San Agustín, in Ioannem, tract., 120. Así como en el seno de la Virgen María no fue concebido otro que Jesús, así en este sepulcro, ni antes ni después, fue enterrado nadie.

Señor, al concluir este via crucis te ofrecemos el sepulcro de nuestra persona, para que entres en Él y lo ilumines con la luz de la resurrección. Que tu semilla fructifique en nosotros.

martes, 11 de marzo de 2014

Via crucis de Alfarrasí


I ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.

Del Evangelio de San Lucas:

Entonces Pilato decretó que se hicieron lo que pedían. Así que les dejó libre al que tenía preso por motín y homicidio, al que pedían, y a Jesús lo entregó a su arbitrio.

Cristo ama y por eso asume la muerte, porque como él mismo nos recuerda, si el grano de trigo no muere no da fruto.

Y bendita condena la que Dios ha puesto en el ser humano, la condena de ser padre y madre, de morir en pequeños actos de amor por los hijos, de darles la vida y darles vida con su sacrificio y amor.

 

II ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.

Del Evangelio de San Mateo:

Terminada la burla, le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos. Después lo sacaron para crucificarlo.

Y ellos han optado por tener familia. Hoy para muchos los hijos son una carga que limita la libertad y sacrifica la vida de las parejas. Sin embargo ¿hay algo más hermoso para una persona que engendrar un hijo, amarlo y educarlo?

 

III ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.

De la Primera Carta del Apóstol Pedro:

Él llevó en su propio cuerpo nuestros pecados sobre la cruz para que, muertos para el pecado, vivamos para la justicia: por sus heridas hemos sido curados.

¡Qué hermoso los primeros días, cuando el niño llega a casa! Pero, las noches se hacen largas y el niño llora, y llora y llora. Y él y ella no saben que hacer con el niño. Y el niño enferma, y pasa la noche con fiebre y los médicos apenas aciertan. Y ellos sufren la inexperiencia de ser padres primerizos. Pero el amor y la confianza en Dios alivian las penas.

 

IV ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.

Del Evangelio de San Lucas:

Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Este niño está destinado en Israel para que unos caigan y otros se levanten; será signo de contradicción para que sean descubiertos los pensamientos de todos; y a ti una espada te atravesará el corazón.

Todos recordamos la infancia: una mala noche, un dolor de tripa y la madre a nuestro lado. La madre, ¿por qué será que los moribundos al agonizar imploran a sus madres? En los primeros sufrimientos siempre tuvimos un rostro que nos curaba, nuestra madre.

 

 

V ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.

Del Evangelio de San Marcos:

Pasaba por allí de vuelta del campo un tal Simón de Cirene (padre de Alejandro y Rufo), y lo forzaron a cargar con la cruz.

La vida es dura, en el camino siempre hay cruces. Vivir no es fácil. La cruz que llevamos tiene dos maderos, uno son los sufrimientos que nos provoca la naturaleza, las enfermedades, otro el que nos inflingen los demás. Pero en este camino siempre hay dos cireneos, no uno, sino dos, el padre y la padre, que acompañan y cargan con nuestra cruz, unas veces mediante un consejo otras en silencio.

 

VI ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.

Del libro del Profeta Isaías:

Sin gracia ni belleza para atraer la mirada, sin aspecto digno de complacencia. Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores, avezado al sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y desestimado.

Y nadie le quiere. El padre tiene Alzeimer. Quien años atrás era la fuente de sabiduría y cordura, ha quedado convertido en un demente. No habla, grita. No sabe quien es. Hay que darle de comer con paciencia, mucha paciencia y en más de una ocasión escupe la comida. Y sin embargo, ella y él lo cuidan con mimo. Le abrazan y con paciencia le limpian. Y los hijos aprenden de sus padres, descubren en ellos una capacidad de amor inmenso, un espíritu de sacrificio sin límites.

 

VII ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.

De la Primera Carta a los Corintios:

Nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos.

Y ha llegado la adolescencia. Atrás queda ese niño encantador, esa niña que iluminaba el hogar. Se encierran en sí mismos. Buscan los amigos y huyen de los padres: “es que no se enteran, siempre están controlándome, cállate, déjame en paz”. Pero un día está abatido, todo su mundo se ha hundido bajo sus pies: el primer amor roto, una mala evaluación, los amigos le dejan,... Se hunde, en ese momento descubre que tiene a sus padres que están ahí. Y ellos son quienes le levantan.

 

 

VIII ESTACIÓN. JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN.

Del Evangelio de San Lucas:

Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres llorando y lamentándose por él. Jesús se volvió y les dijo: Vecinas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotros y por vuestros hijos.

¡

 Y ellos viven felices, son una familia que se ama y cada día tienen más motivos para querer al más pequeño. Pero no todos lo ven así. Ellas hablan y murmuran y en más de una ocasión se acercan a la madre y le comentan: “pobra, ma que t’ha pasat feta, si a mi m’havera pasat no se que faria, la veritat es que valdría la pena que es morira el teu xiquet, aixina descansarieu, tú, el teu home i els teus fills”. Y la madre las mira como Cristo, con pena y en su corazón les dice: “llorad, llorad, pero no lloréis por nosotros, que encontramos en el niño la razón para vivir y la fuente de nuestra unión, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque vuestro corazón es incapaz de descubrir en un enfermo un ser humano, un hijo de Dios, una fuente de dicha”.

 

IX ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.

Del libro del Profeta Isaías:

Era maltratado, y no se resistía ni abría su boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante sus esquiladores, no abría la boca.

Y se ha hundido. Sí la vida no ha sido indulgente con él. Cuando ya era una persona adulta y segura de sí misma ha entrado en depresión. Motivos, bien puede ser un divorcio, la muerte de un hijo o de la esposa, el despido después de tantos años de trabajo fiel en la empresa. Sin embargo se levanta y lo hace porque sabe que no puede fallar a sus padres, que en silencio rezan, por los hijos a los que ama, por la esposa que le escucha y apoya.

 

X ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.

Del Evangelio de San Mateo:

Después de crucificarlo se repartieron a suertes sus vestidos y se sentaron allí custodiándolo.

El tiempo pasa, los dos se hacen mayores, la ancianidad va dejando su huella en su rostro y en su cuerpo. Y han de despojarse de la agilidad, de la memoria, las aptitudes, de todo. A él le cuesta caminar y a veces repite lo mismo cuarenta veces. A ella las hijas le tienen que ayudar en casa. Se han vuelto niños, niños a los que los hijos desnudan y con amor filial limpian y cuidan. ¡Qué difícil es para los hijos contemplar a unos padres que fueron el motor del hogar, los señores a los que se honraba verlos transformados en niños! Y sin embargo hay algo tan grande como devolver con amor, transformado en paciencia, bondad y dulzura, el amor recibido de los padres.

 

XI ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.

Del Evangelio de San Juan:

Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y en medio Jesús.

Y los hijos les miran. Les gusta reunirse toda la familia y ver a los abuelos. Les encanta hablar de ellos. ¡Son un ejemplo de esposos para todos! Es tan grande el amor que sienten el uno por el otro que viven crucificados el uno con el otro. No pueden estar separados, se hablan, se ilusionan y también, por supuesto, se enfadan, para volver a reconciliarse, para temblar con tan solo pensar que pronto la vida los separará. Y los hijos lo saben, es la mejor herencia que les han dejado, el recuerdo de unos padres que se amaron siempre.

 

XII ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.

Escuchemos las Siete Palabras que Jesús pronunció desde la cruz.

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

En verdad, en verdad te digo. Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Mujer, eh ahí a tu hijo. Hijo, eh ahí a tu Madre.

Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado?

¡Tengo Sed!

Todo está cumplido.

Padre en tus manos encomiendo mi espíritu.

Y ella muere y él llora. Es triste separarse de la persona amada. Quedan tantos recuerdos, una vida tejida por los dos. Es el dolor profundo al perder a la compañera. Es el vacío que siente cada día el viudo, la viuda, el recuerdo imborrable de un amor tan fuerte que las aguas torrenciales no pueden apagar. Y ellos, los hijos y nietos lloran. Los últimos días han sido tristes pero marcados por constantes lecciones, lecciones de paciencia con la enfermedad, de valentía ante el dolor, de amor crucificado, amor desde la cruz de la agonía, animando a los hijos, ofreciendo palabras de fe y esperanza, aliento de quien sabe que marcha al encuentro de Cristo. Es el testimonio del creyente, después de llevar la cruz de la vida, amando a los suyos, los propios y los extraños, sabe que le espera la decimocuarta estación.

 

XIII ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU MADRE.

De la Carta de San Pablo a los Colosenses:

Quiso el Padre que habitase en Cristo toda la plenitud y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas.

Y siempre nos quedará el recuerdo de nuestros padres. En nuestra vida hay un abrazo que jamás se borra, el de nuestra madre cuando éramos pequeños, ese abrazo lleno de ternura y amor. Porque ellos se marchan, es ley de vida, lo pidieron todos los días al Señor, morir antes que sufrir nuestra muerte. Y nosotros les recordamos, recordamos aquella tarde o aquella mañana, cuando expiró el padre, cuando amortajamos a la madre. Ese cuerpo frío que un día nos dio el calor de la vida. 

 

XIV ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER DÍA.

Del Evangelio de San Lucas:

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado.

No busquéis a Cristo en las sepulturas ni a los muertos en los cementerios. No están allí, ellos viven. Porque la llama del amor es tan fuerte que no pueden apagarla las aguas torrenciales de la muerte. Murió Cristo y el Padre lo resucitó por amor. Murieron los padres y los hijos los recuerdan constantemente, llevan su rostro grabado en suyo, sus palabras, gestos, momentos vividos les acompañan siempre. Y los hijos saben que ellos viven, fueron personas que amaron y al final, el examen lo habrán superado con nota. Murieron, les lloraron, sintieron su ausencia, pero también la presencia de quienes desde el cielo velan por ellos.

Via crucis de Benissuera


I ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.

Del Evangelio de San Lucas:

Entonces Pilato decretó que se hicieron lo que pedían. Así que les dejó libre al que tenía preso por motín y homicidio, al que pedían, y a Jesús lo entregó a su arbitrio.

Cristo ama y por eso asume la muerte, porque como él mismo nos recuerda, si el grano de trigo no muere no da fruto.

Amar es sufrir con y por el otro. Los esposos dejan atrás el hogar paterno para formar una familia, la renuncia, la muerte a uno mismo será un componente esencial.

Gracias Jesús por los que cada día renuncian a sí mismos por amor.

 

 

II ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ.

Del Evangelio de San Mateo:

Terminada la burla, le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos. Después lo sacaron para crucificarlo.

Y Cristo carga con la cruz, es su cruz. Y carga con dignidad, a pesar de las torturas que ha sufrido, la acepta como parte de su existencia.

Cónyuge es el que carga con el yugo. El matrimonio es asumir el peso de la convivencia, caminar juntos.

Gracias Jesús por los novios que cada año se casan por la Iglesia y las parejas que aceptan el don de los hijos.

 

III ESTACIÓN. JESÚS CAE Y SE LEVANTA POR PRIMERA VEZ.

De la Primera Carta del Apóstol Pedro:

Él llevó en su propio cuerpo nuestros pecados sobre la cruz para que, muertos para el pecado, vivamos para la justicia: por sus heridas hemos sido curados.

Cristo se hizo hombre en todo, menos en el pecado. Él cayó al comenzar el camino de la cruz para enseñarnos a asumir las caídas y a levantarnos.

Y llegan las primeras dificultades y todo se hunde. El niño llora y las noches se hacen largas y no saben que hacer ya. ¿Se habrán equivocado de camino? Jesús, te pedimos por las parejas que experimentan las primeras crisis.

 

IV ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.

Del Evangelio de San Lucas:

Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:  a ti una espada te atravesará el corazón.

Y María salió al encuentro de Jesús en el camino de la cruz. En los momentos de dificultades, cuando todos y todo se vuelve en contra, aparece la Madre. En silencio.

Nadie mejor que la mujer para comprender el sufrimiento y el dolor, ella que desde la adolescencia tiene que cargar con la cruz. El hombre se cree fuerte  y sin embargo en el hogar es ella sobre la que descargan los problemas y descansa el mismo hombre y los hijos.

Jesús, al meditar esta estación, te pedimos por las mujeres, por las esposas, por nuestras madres, ellas pintaron de color las noches de nuestra infancia.

 

V ESTACIÓN. EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ.

Del Evangelio de San Marcos:

Pasaba por allí de vuelta del campo un tal Simón de Cirene (padre de Alejandro y Rufo), y lo forzaron a cargar con la cruz.

La vida es dura, crecen y siempre hay cruces que llevar, pero en el camino están los padres, los cireneos que escuchan, animan y cargan con las cruces de los hijos.

Jesús, al meditar esta estación, te pedimos por los hogares cristianos, para que sean lugar donde todos encuentren una mano tendida.

 

VI ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS.

Del libro del Profeta Isaías:

Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores, avezado al sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y desestimado.

Y nuevo surge en la Via Dolorosa una mujer. Verónica no tiene miedo a quedar impura por tocar la sangre y por tanto impedida de participar en la Pascua.

El padre tiene Alzeimer. No habla, grita. No sabe quien es.Y sin embargo, ella y él lo cuidan con mimo. Le abrazan y con paciencia le limpian.

Jesús, al meditar esta estación, te damos gracias por tantos y tantos esposos que en nuestros pueblos han tratado con mimo y cariño a sus padres ancianos, dementes, postrados durante años en la cama.

 

VII ESTACIÓN. JESÚS CAE Y SE LEVANTA POR SEGUNDA VEZ.

De la Primera Carta a los Corintios:

Nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos.

Y Cristo cae de nuevo, el camino parecía más llevadero. Es entonces cuando cae. Es humano, la confianza es muchas veces la piedra que nos hace tropezar y caer.

El tiempo pasa, los hijos van creciendo y el amor estancándose.  Las piedras se van acumulando. Un día el río se desborda, las aguas estancadas anegan el hogar. Pero el diálogo y el amor es capaz de purificarlas.

Jesús, al contemplar esta estación, te pedimos por aquellas parejas cuyo amor se ha convertido en rutinario y no han quemado los pequeños disgustos de cada día.

 

VIII ESTACIÓN. JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN.

Del Evangelio de San Lucas:

Vecinas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotros y por vuestros hijos.

¡Cuánto gusta a la gente llorar por las desgracias ajenas! Estas mujeres lloran, son sensibles, palabras y lágrimas, pero ninguna de ellas entra en el camino del dolor.

Ellas hablan y murmuran y en más de una ocasión se acercan a la madre y le comentan: “pobra, ma que t’ha pasat feta, si a mi m’havera pasat no se que faria, la veritat es que valdría la pena que es morira el teu xiquet, aixina descansarieu, tú, el teu home i els teus fills”. Y la madre las mira como Cristo, con pena.

Jesús, al contemplar esta estación, te damos gracias por tantas familias que acogen en sus hogares a un hijo enfermo.

 IX ESTACIÓN. JESÚS CAE Y SE LEVANTA POR TERCERA VEZ.

Del libro del Profeta Isaías:

Era maltratado, y no se resistía ni abría su boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante sus esquiladores, no abría la boca.

Y Jesús que se ha recorrido este camino derramando no sólo sangre sino gotas inmensas de amor por nosotros, cae cerca del Gólgota. Sin embargo el amor es más fuerte y por amor llegará hasta el final.

Y se hunde, se hunde porque se ha muerto un hijo. Esta piedra, si se cruza en el camino. Él llora, ella también. Se encierran en sí mismos. No quieren vivir. Sin embargo, no todo está perdido, les queda el amor.

Jesús, al contemplar esta estación, te pedimos por aquellos padres que han sufrido la muerte de un hijo o hija, dales fortaleza para levantarse y seguir creyendo en la vida, en ti.

 

X ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.

Del Evangelio de San Mateo:

Después de crucificarlo se repartieron a suertes sus vestidos y se sentaron allí custodiándolo.

Desnudo nació y desnudo murió. Totalmente despojado. Su túnica a cambio de la cruz, su cinturón por las cuerdas, su capa por los clavos.

El tiempo pasa, los dos se hacen mayores.Y han de despojarse de la agilidad, de la memoria, las aptitudes, de todo. Se han vuelto niños, niños a los que los hijos desnudan y con amor filial limpian y cuidan.

Jesús, al contemplar esta estación, queremos darte gracias por los ancianos del arciprestazgo.

XI ESTACIÓN. JESÚS ES CRUCIFICADO.

Del Evangelio de San Juan:

Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y en medio Jesús.

Y es crucificado a su cruz. Es todo un signo de coherencia de vida. Fue siempre para Dios y para los demás .

Y ellos se miran. Es tan grande el amor que siente el uno al otro que viven crucificados, el uno con el otro. Y los hijos lo saben y agradecen a Dios el testimonio de amor y sacrificio que los dos les han enseñado.

Jesús, al contemplar esta estación te pedimos por todos los esposos, para que les concedas la gracia de envejecer juntos.

XII ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.

Escuchemos las Siete Palabras que Jesús pronunció desde la cruz.

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

En verdad, en verdad te digo. Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Mujer, eh ahí a tu hijo. Hijo, eh ahí a tu Madre.

Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado?

¡Tengo Sed!

Todo está cumplido.

Padre en tus manos encomiendo mi espíritu.

Y Jesús muere, en la cruz sólo palabras de amor y confianza. Es el final de una vida, un amor que alcanzó la meta al entregar su vida en las manos del Padre.

Los últimos días han sido tristes pero marcados por constantes lecciones, lecciones de paciencia con la enfermedad, de valentía ante el dolor, de amor crucificado, amor desde la cruz de la agonía.

Jesús, en este momento de silencio, te pedimos por nuestros familiares difuntos.

 

XIII ESTACIÓN. JESÚS ES DEPOSITADO SOBRE LOS BRAZOS DE SU MADRE.

De la Carta de San Pablo a los Colosenses:

Quiso el Padre que habitase en Cristo toda la plenitud y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas.

Y María acoge al hijo muerto, en brazos llora su muerte, pero espera, espera el tercer día.

Y siempre nos quedará el recuerdo de nuestros padres. En nuestra vida hay un abrazo que jamás se borra, el de nuestra madre cuando éramos pequeños, ese abrazo lleno de ternura y amor.

Jesús, en esta estación, te pedimos por las madres que en estos momentos tienen en sus brazos a su hijo o hija muerto a causa de las enfermedades, accidentes de tráfico, violencia.

 

 

XIV ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO Y RESUCITA AL TERCER DÍA.

Del Evangelio de San Lucas:

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado.

No, no queremos acabar el via crucis en la sepultura. En aquel huerto, donde había excavado un sepulcro Cristo no sólo fue enterrado, sino que resucitó para caminar con nosotros.

No busquéis entre los muertos al que está vivo, porque Cristo sigue vivo y su mirada se trasparenta detrás de la de un hombre y una mujer que se ama, la de un hijo de comunica a sus padres el deseo de ser sacerdote y ellos llenos de gratitud le miran, la de una hija que ha optado por entregar su vida a Dios y a los demás y ser religiosa, la de tantos ancianos que sentados en las plazas irradian ternura y bondad, mientras recuerdan su infancia. Cristo sigue vivo en las iglesias y en las calles. Cristo sigue vivo en aquellos que cada día toman su cruz y le siguen, en ti y en mí, sólo tienes que abrir tus brazos al amor y tomarlo sobre tus hombros y sentirás que no estás sólo, el Amor te lleva la carga del Amor. Y en esta noche sigue vivo en Luis Torró y los seminaristas que mañana dirán sí, acogiendo el ministerio del diaconado, entregándose al servicio de la Iglesia.

Jesús al concluir este via crucis solamente tenemos una palabra, gracias por caminar cada día con nosotros, alentándonos como María, llevando nuestra cruz como Simón de Cirene y limpiando nuestro rostro como Verónica.

 

Via crucis 2008 del arciprestazgo Virgen del Remedio


Introducción.

Queridos hermanos:

El via crucis no es sólo un camino triste, marcado por el dolor del sufrimiento de un inocente y la muerte del Hijo de Dios.

La pasión de Juan nos presenta la cruz como el acto de entrega de Cristo por los hombres. Todo el camino es un acto de amor, en el que el grano de trigo cae en tierra y germina con la resurrección.

Y este camino no fue sólo de Cristo, sino que se repite en nuestra propia vida, un caminar hacia el encuentro con el Padre. Esta noche recorreremos este camino, el camino del ser humano, surgido de la nada por el amor de Dios a través del amor de nuestros padres que se recorre como entrega generosa.

También en este via crucis nos unimos al dolor de la familia de Isaías Carrasco, asesinado hoy por la banda terrorista ETA y a la consternación de la sociedad española, uniéndonos en la oración y ofreciendo este camino por su alma y su familia.

Primera estación


Jesús condenado a muerte

Del evangelio de S. Juan:

Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos”.

Todo comenzó en el corazón del Padre. Fue él quien decidió enviarte para así salvarnos. Al nacer Jesús fuiste condenado a la muerte humana, tenías que morir porque eras verdadero hombre y morir como los hombres y mujeres.  

Nuestra vida comenzó así. El amor de nuestros padres llevó a engendrarnos. Cada día Dios nos regalaba 1.440 minutos para darlos a los demás y recibir amor de quienes nos rodeaban.

Señor, ayúdanos a comprender la caducidad de nuestra vida, una existencia  que no podemos desaprovechar. Ayúdanos a que cada instante sea un darnos para los demás, un morir a nosotros entregándonos a los otros.

 

Segunda estación


Jesús con la cruz a cuestas

Del evangelio de S. Mateo:

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Y tomaste la cruz. No sólo aquella mañana. La tomaste al nacer en la pobreza de Belén, al emigrar a Egipto, perseguido por Herodes. La tomaste viviendo en obediencia a María y José y dándote a los demás, caminando de un sitio a otro, sin un lugar donde reposar la cabeza, curando a los enfermos, anunciando el Reino.

¡Qué bien se estaba en las entrañas de nuestras madres! Teníamos el calor más cálido, el de nuestra madre, la luz adecuada y sin esfuerzo por parte nuestra crecíamos en su interior. Pero un día, la vida nos llamó, nacimos y lloramos. Comenzamos a cargar con la cruz, la cruz de respirar, de buscar el alimento, de sentir frío, la cruz de los primeros dientes y los primeros dolores de tripita.

Señor, gracias por la vida, gracias por que en ella no somos marionetas, sino protagonistas que tenemos que luchar por sobrevivir. Ayúdanos a estar siempre despiertos, sin caer en la comodidad.

 

Tercera estación


Jesús cae por primera vez bajo la cruz

Del salmista:

No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación.

Y caíste, sentiste el peso de la vida sobre ti: en el desierto el demonio intentó hacerte tambalear,  en Nazaret tus amigos intentaron despeñarte por el barranco. Fueron tantas las veces que te sentiste solo. Pero siempre confiaste en el Padre, Él nunca te abandonaría.

Ir a gatas era muy fácil, pero tuvimos que aprender a andar y eso ya no lo era. Andar significaba caerse, perder el miedo a caernos y hacernos un chichón. Y aprendimos. No fue fácil, pues ¿cuántas caídas? No importa, siempre los tuvimos cerca a ellos, a nuestros padres que nos levantaban.

Señor, caer es humano. Sólo quien esté dispuesto a caer podrá aprender a andar. Y en las caídas siempre está Él, el Padre que cuida de nosotros.

Cuarta estación


Jesús encuentra a su santísima Madre

Del libro de las Lamentaciones:

¿A quién te compararé, a quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaré yo para consolarte, oh doncella, hija de Sión?

María, tu madre. Siempre a tu lado, en un segundo plano, discretamente. La madre y discípula callada, que contempla y medita en su corazón. Nadie mejor que tú conoció el corazón de esta gran mujer.

Llegaba la noche, ¿quién no ha tenido pesadillas en su infancia? ¿o fiebre? No es fácil ser niño, el organismo es débil y muchas veces el llanto acompaña la noche, pero no sólo el llanto. Hay alguien que no es médico pero cura y alivia el sufrimiento: la madre. Ella estaba allí, junto a nosotros. Su presencia nos tranquilizaba y hasta, es el milagro de la madre, apagaba el dolor y acallaba los miedos.

Señor, gracias. Sí, gracias por nuestras madres, las que viven y las que están ya en el cielo, porque ellas siempre, estén donde estén, están cerca de nosotros y su presencia nos cura, porque nos sentimos amados por los seres que más aman, las madres.

 

 

Quinta estación


Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

De la carta del apóstol S. Pablo a los colosenses.

Llevad los unos las cargas de los otros y cumplid así plenamente la ley de Cristo.

¡Cuántas veces te encontraste con Simón de Cireneo! Juan el Bautista, los discípulos predilectos Pedro, Santiago y Juan, tus amigos María, Marta y Lázaro,... Todos ellos te ayudaron a descansar, a cargar con la cruz del la entrega a los demás.

Y llegamos a la escuela, los números y las letras comenzaron a ser una pesada cruz. Todos los días teníamos deber y todas las semanas algún examen o control. No era fácil, pero siempre estuvo a nuestro lado un buen maestro, que allanó nuestro camino.

Señor. En este via crucis queremos recordar a los maestros y maestras, especialmente a los que nos ayudaron a nosotros, en nuestra infancia, a los que entregaron y entregan su vida en la docencia.

 

Sexta estación

La Verónica enjuga el rostro a Jesús


Del Evangelio de San Lucas:

Y acercándose, le vendó las heridas, lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una pasada y cuidó de él.

También tú sentiste el calor de tus amigos, de los que estaban ahí, creyendo en ti y siguiéndote ciegamente donde ibas. Ellos enjugaron constantemente tu rostro, ensangrentado por la hipocresía de los fariseos, el cinismo de los escribas y el afán de poder de los sacerdotes.

En aquellos felices años de la infancia siempre hubo problemas: un suspenso, una pelea con los amigos. Hoy en día la infancia tampoco es fácil, muchos niños sufren el acoso escolar.  Pero también se encuentran verónicas, amigos y amigas que escuchan y dan la cara.

Señor. En esta estación queremos recordar a los niños y niñas que sufren acoso escolar, ellos son en nuestro tiempo tu rostro ensangrentado.

 

Séptima estación

Jesús cae por segunda vez

Del salmista:

Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro, soy un extraño para mis hermanos.

Aquellas noches previas a la pasión no fueron fáciles para ti. Los evangelistas lo resumen en una noche bajo el calor de los olivos, pero fueron más. Sentiste el abatimiento cada vez que mirabas a Jerusalén, pensabas en lo que iba a sucederte, en tu pasión.

Terminaron los años “dulces”, llegó la adolescencia, pasábamos de niño a hombre, de niña a mujer. Y comenzamos a caer. Nos sentíamos adultos, una reprimenda y a llorar como niños. Muchos amigos y sin embargo nos sentíamos solos, todo se volvía en contra nuestra. Quienes ayer eran los seres más fantásticos, nuestros padres, hoy no se enteran de nada y no nos comprenden.

Señor, ayuda a los adolescentes. Ellos viven la primavera de la vida y en esta primavera sufren los vendavales. Ayúdales a sentirse queridos por todos y a ser fuertes en esos años tan decisivos.

 

 

 

Octava estación

Jesús amonesta a las mujeres de Jerusalén


Del Evangelio de S. Juan:

Porque, si en el leño verde esto hacen, ¿en el seco qué se hará?

Fueron muchos los que te encontraste junto al camino que se inhibieron ante ti. Ellos no eran contrarios, pero tampoco fueron capaces de unirse al Reino, te admiraban, sufrían cuando te despreciaban los otros, pero nunca dieron el paso de salir de su anonimato para ir a tu encuentro.

La vida continua, éxitos y fracasos. ¡Cuánto duelen estos últimos!, una carrera no terminada, la muerte de un ser querido en nuestra adolescencia o juventud, un desengaño amoroso, una enfermedad. Lo sabemos, en el pueblo, muchos hablan y se compadecen, lloran, pero desde fuera, más por buscar el propio protagonismo que por quien sufre. Son incapaces de acercarse y ayudar, se conforman con hablar y hablar.

Señor, te pedimos por esas personas, las que se pasan la vida de espectadores de desgracias ajenas. Abre realmente su corazón, en lo profundo insensible al sufrimiento ajeno.

 

Novena estación


Jesús cae por tercera vez bajo la cruz

Del salmista:

La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hay.

Y caíste por tercera vez. Fue en Getsemaní. Allí postrado, llorando, gimiendo, sudando sangre, temblando pediste al Padre que no te abandonara. Y Abbá envió un ángel.

Ser adulto significa caer. En nuestro tiempo las caídas, fruto de un despido laboral, una ruptura matrimonial o los tristemente actuales acosos laboral o sexual, tienen un nombre: depresión. Muchas son las personas que pasan por ella. La cruz del presente muchas veces es terriblemente pesada.

Señor, tú conoces esta cruz, la del fracaso total, el abandono por parte de todos, la ingratitud. Tú, en nuestro tiempo caes en los que sufren la depresión. Te pedimos por ellos, para que con tu ayuda se levanten de ella.

 

 

 

 

Décima estación


Desnudan a Jesús, y le dan de beber hiel.

De la carta a Filemón:

Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Aquel acto violento de despojarte fue la culminación de una vida. Anduviste por el mundo con el corazón desnudo, sin esconder nada, mostrándote tal cual eras.

No es fácil despojarse de uno mismo, ser como se es, sin esconder nada. Por eso nos vestimos con ropajes, aparentamos ser lo que no somos. Sin embargo, también es verdad, que ante quienes amamos nos desnudamos, somos sinceros y no nos molesta que vean en nosotros nuestros defectos, mediocridades y miserias.

Señor, el amor lleva a amar a la otra persona sin esconderse bajo el ropaje. Te pedimos por los esposos para que sean sinceros en su vida de amor.

 

Undécima estación


Jesús clavado en la cruz

Del salmista:

Me taladraron las manos y los pies, puedo contar mis huesos.

Fuiste obediente. Toda tu vida fue clavarte al Reino de Dios, al Padre. Tendiste las manos al Espíritu y te dejaste llevar por él hasta ser clavado en la cruz.

De pequeños creemos que ser padre es mandar y ser hijo obedecer. De mayores, especialmente los padres, se descubre la verdad. Nadie más esclavo que un padre y una madre. Tener un hijo significa dejar de ser libre. Desde ese instante todo lo que uno hace es para el hijo y ello significa privarse de los propios gustos e ir muchas veces donde el hijo o la hija quieren, clavados a la voluntad de quienes más se ama en este mundo: los hijos.

Señor, ábrenos los ojos para que recordemos y transformemos en oración de gratitud las veces que nuestros padres se clavaron a nosotros, obedeciéndonos en infinidad de gestos de amor.

 

Duodécima estación


Jesús muere en la cruz

De la carta a los Romanos:

La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

¿No fue acaso toda tu vida un morir? Moriste a la Gloria del Hijo cuando te encarnaste y te entregaste por nosotros, en los largos años de obediencia a José y en los tres años de vida pública, de vida entregada, una vida para los demás, un morir a ti mismo para que los demás, gracias a tu Evangelio y tu persona vivamos.

Y morir es nuestra vida. Cada uno tiene sus años y cada uno sabe en lo que muere. Muere el sacerdote renunciando a su tiempo y al amor de una esposa e hijos por su parroquia, por la Iglesia, por Cristo. Muere el seglar dando testimonio de Cristo en nuestro mundo y viviendo los valores del Evangelio, renunciando al poder por encima de todo, al dinero como absoluto y al placer al margen de un proyecto de amor.

Señor, gracias por que cada vez que nos damos a los demás y renunciamos a nosotros mismos, sentimos tu cercanía. Eres tú quien muere en nosotros.

 

Decimotercera estación


Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre

Del Evangelio de S. Juan:

Estaba junto a la cruz de Jesús, su Madre.

María, ella siempre al lado de los que sufren. No le importa estar al lado de un crucificado. Ella siempre estuvo al lado de los humildes y los hambrientos, con quienes tú te identificaste.

Y María estará a nuestro lado. Lo sabemos muy bien, porque lo hemos experimentado en nuestro caminar por la vida. Cuando llegue la enfermedad y el dolor, cuando llegue la muerte, rezaré: “ahora y en la hora de nuestro encuentro”. La Madre estará a los pies de nuestra cruz, porque desde aquel día todos los crucificados tienen a una mujer que les conforta: María.

Madre, te pedimos por los que se encuentran en estos momentos solos, por los ancianos que mueren en las residencias, por los enfermos,  por los emigrantes que están cruzando el estrecho, los que se encuentran en la cárcel, los drogadictos que agonizan en las calles, por los crucificados de este siglo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Decimocuarta estación


Jesús es puesto en el sepulcro

Del evangelio de S. Mateo:

El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres, que le matarán y al tercer día resucitará.

Y entraste en la profundidad de la muerte con una certeza, resucitarías. Toda tu vida fue un fiarte del Padre. Confiado en Él te lanzaste al abismo de la muerte y el Padre envió a sus ángeles para que tu pie no tropezase.

También a nosotros un día nos corresponderá dar este paso, saltar al abismo de la muerte con la fe puesta en el Evangelio y la esperanza depositada en la promesa del Padre. Nuestra vida, como la de Cristo, es un caminar, desde la nada, llevando la cruz de la existencia mortal, hasta el encuentro con el Padre, hasta la Resurrección.

Al concluir este via crucis, Señor, quedemos ofrecer las gracias espirituales que en él se conceden por todos los difuntos de nuestras parroquias y por todos nuestros familiares difuntos. Ellos ya han recorrido este camino hacia el encuentro con el Padre.

 

Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos Que  por tu santa cruz nos redimiste.


 

Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu hijo, muerto en la cruz,  concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo.